Opinión

El dedo y la Luna

Dice Confucio que “Cuando el sabio señala la Luna, el necio mira el dedo”. Su enseñanza es muy sencilla: olvidamos lo importante, nos centramos en tonterías. Por ejemplo, puede ocurrir que por una discusión estúpida se pierda una amistad. Esta situación todavía es más triste cuando pensamos en conocidos que han fallecido. Hay tres tipos de penas. Uno, no haber pasado más tiempo con esa persona. Dos, haber tenido algún percance emocional que tambaleó la relación. Tres, no haberle dicho algo especial o sentimientos simples y profundas como “te aprecio mucho”. Las conclusiones, dos. Una, nos preocupamos de muchas tonterías y olvidamos las cosas que realmente importan. Dos, cambiaremos. Por supuesto, seguiremos igual.

No obstante, deberíamos hacer matices al dicho del dedo y la Luna. Primer matiz, hay cosas que parecen estúpidas, no nos preocupamos por ellas y al final se crean problemas mayores. Casos tipo: educación de los niños, concesión de caprichos a amigos y conocidos. Está muy bien hacer favores o intentar que los demás estén contentos y felices. Pero con un equilibrio: a veces se nos va la mano y no tenemos vuelta atrás. Por lo tanto, cuidado con eso. En economía, existe un nombre para casos que se asocian a este patrón: es el denominado “efecto de los cristales rotos”. Si vemos en un barrio o ciudad unos cristales rotos y volvemos pasado un tiempo, es fácil que las cosas hayan empeorado. Al no cortar el problema de raíz, se ha hecho mayor. El hecho de no arreglar el estropicio inicial se considera barra libre para poder realizar las fechorías que se estimen oportunas.

Ahora que estamos en temas educativos, se deben hacer dos enfoques. Primero, la definición de educación: “saber lo que hay que hacer cuando no sabemos lo que hacer”. Eso, todavía, no lo pueden hacer los algoritmos ni los teléfonos móviles. Dos, tendemos a sobreproteger a los niños. Y el mundo es como es. Es mejor hacerlos fuertes y competentes. Eso tiene un coste: caídas y fracasos.

Vamos al segundo matiz. No es necesario estar todo el día pensando en cosas importantes. Un maravilloso libro del filósofo italiano Nuccio Ordine, denominado “la utilidad de lo inútil”, expone las ventajas de disfrutar de un paseo, una siesta, un atardecer, una visión de un bosque o la lectura de una atractiva novela. En este caso, nosotros debemos valorar las cosas “inútiles” que nos hacen felices. Sí, habrá quien piense en las drogas, el tabaco, el alcohol o vicios semejantes. No es el caso. Hablamos de estimulantes culturales, no de estimulantes externos. En el ámbito de la cultura o el arte, comprenderlo y disfrutarlo genera reacciones químicas internas que nos aportan sensaciones hermosas y logran conmovernos. En el ámbito de las drogas, es necesario introducir en nuestro cuerpo ciertas sustancias que tarde o temprano nos harán pagar un coste en forma de estado secundario. 

Está muy bien pensar en el objetivo de la Luna. Sin embargo, a veces confundimos el medio. A los niños les decimos: “estudia para ser alguien en la vida”. A los adultos, “busca trabajo para poder tener tu casita y vivir contento y feliz”. No es exacto. Se debe profundizar más.

El primer paso es el propósito: “Medita el ámbito en el que tienes las capacidades, la personalidad y las competencias para crear valor.” Una vez realizado, recuerda que “Estar preparado es todo” (William Shakespeare). A partir de ahí, se trata de “Aprender las reglas. Y después, jugar mejor que nadie” (Albert Einstein). Estas reglas tienen su evolución. Tenemos conceptos fundamentales y genéricos: leer, escribir, matemáticas, lenguaje o historia son prioritarios. Después la especialización: vienen los itinerarios de secundaria para desembocar en la Formación Profesional o el Bachiller que termina, así mismo, en la Universidad. Eso sí: todo está relacionado y el tema multidisciplinar es cada vez más importante. 

La Luna de una empresa estaba basada en la maximización de beneficios. Sin embargo, la Responsabilidad Social Corporativa va ganando, poco a poco, peso. En este contexto, el objetivo, además, del beneficio, son las personas (todas las componentes de la empresa directas e indirectas; clientes, proveedores, trabajadores y comunidad en la que está localizada) y el equilibrio medioambiental.

¿Cuál es la Luna de los países? Pandemia aparte, los indicadores económicos de referencia son el PIB (producto interior bruto), deuda pública, desempleo y control presupuestario. No se trata de olvidarnos de lo más importante: las personas. Pero la evidencia es tozuda: si estos indicadores fallan, tarde o temprano llega el caos, el desorden y quizás el populismo.

Es el momento de volver al comienzo del artículo. Existen especialistas en comunicación que focalizan los dedos con la idea de ocultar la Luna para seguir en la poltrona o crear un negocio con escaso valor social, que es sólo humo.

Y sin embargo, la Luna llena es preciosa, inspiradora y luminosa.

Javier Otazu Ojer
Economía de la Conducta, UNED de Tudela
www.asociacionkratos.com