Opinión

Diálogo, pactos, debates

En cualquier campaña electoral las palabras más usadas son “diálogo”, “pactos” y “debates”. Ahora bien, su sentido es completamente vacío y dirigido. Todos dicen lo mismo: “somos el partido del diálogo”, “no pactaremos con los otros” y “estamos abiertos a cualquier debate”. En definitiva: no deja de ser una estrategia para no abordar temas importantes de difícil resolución. Tiene toda lógica y sentido del mundo: si el elector percibe al rival como muy negativo es más sencillo ganar el voto propio, aunque sea por eliminación o por ser el menos malo.

Vamos a comenzar por la palabra “diálogo”. ¿Quién no lo desea? ¿Quién no está dispuesto a hablar hasta el amanecer hasta llegar a una solución común? Por desgracia, dicha solución no siempre existe. En casos continuos sí, en casos dicotómicos es imposible,  en casos ordinales es muy difícil. El matiz es capital, y merece un análisis más profundo. En términos estadísticos, una variable continua es aquella que puede tener tantos decimales como queramos; por ejemplo el peso o la altura. Una variable dicotómica es aquella que sólo puede tomar dos valores, como fumar. Sí o no. Una variable ordinal sería una calificación final (suspenso, aprobado, notable, sobresaliente).

 Pensemos en la discusión de los fondos de reconstrucción por parte de la Unión Europea. Se trata de cómo financiar las ayudas y cómo usarlas. Al final, el debate consiste en un tema numérico: ¿cuánto? Sí, claro que existe una condicionalidad, pero el asunto principal son los números. Está claro que un país debe recibir una ayuda entre cero e infinito. A partir de ahí, se negocia. El dinero es una variable continua y siempre se puede llegar a una solución en la que ni todos están completamente satisfechos, ni nadie está completamente disgustado. 

Pensemos en un caso dicotómico: referéndum de autodeterminación. Sólo hay dos posibilidades; o se hace, o no se hace. En este caso, es imposible llegar a un acuerdo satisfactorio para ambos. Uno logra su objetivo, el otro no lo logra. Una analogía muy sencilla viene dada por dos miembros de una pareja de los cuales uno se quiere separar y el otro no. No hay arreglo posible. Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Por esa razón un buen negociador buscará vericuetos que le lleven a lograr su objetivo. Puede ser alargar la situación, puede ser lograr un poder o influencia que permita doblegar al rival. El resto, es cuento. 

Pasamos a los “pactos”. ¿De dónde viene esa maldita manía de decir que “no voy a pactar con otro partido” si después resulta ser falso? Es más, la única persona que en este sentido cumplió su promesa es Albert Rivera. Hoy está fuera de la política. Por lo visto, decir la verdad se penaliza. Por otro lado, en lugar de repetir esa afirmación recomiendo firmar ante notario la imposibilidad de pactar con un partido concreto. Precedente en Cataluña hay: Artur Mas se comprometió a no pactar con el Partido Popular.

Y es que todavía hay más. La promesa de no pactar, además de ser falsa, es estúpida. ¿Por qué no van a pactar Vox y Bildu? Los primeros lo harían si los segundos renuncian a ciertos principios, y los segundos lo harían si los primeros renuncian a ciertos principios. Vamos a un ejemplo extremo: si Bildu necesita los votos de Vox para realizar un referéndum de independencia  y Vox lo aceptase, ¿no pactaría con ellos? Si algo se ha demostrado en el mundo de la política es que las líneas rojas no existen.

Terminamos con los “debates”. Los hay útiles: por ejemplo, cómo repartir las ayudas europeas. En realidad, esa es la clave: debatir cómo ingresar, cómo gastar y las normas de convivencia. Todo ello con un objetivo prioritario: el bien común. El resto, es paja. Recientemente Pablo Iglesias comentó que la situación de Puigdemont era equivalente a la de los  republicanos represalidados que huyeron de España. Está bien pensando: así se desvía la atención de aspectos más importantes como la gestión de la pandemia o el retraso de las vacunas. Son cortinas de humo. Fumatas negras. 

Muchos debates están relacionados con la identidad. Esto incluye la nación (vasco, español, europeo), la situación laboral (trabajador, empresario), edad (jóvenes, maduros, jubilados) el género (hombre, mujer) o más en Estados Unidos, la raza (blancos, hispanos, negros, asiáticos). Aquí lo importante es que todos estén en igualdad de condiciones, sin que exista discriminación positiva (salvo que sirva para arreglar alguna situación injusta) o negativa. Por desgracia, la mayor parte de las veces se usa un populismo fácil y barato cuyo único objetivo final es el voto, sin exponer medidas concretas que sirvan para arreglar un problema. Se quedan en un simple “hay que”.

¿Diálogo? Valorar si el asunto a tratar es continuo o dicotómico.

¿Pactos? Siempre se hacen, de manera explícita o implícita.

¿Debates? Basta de tanto fuego de artificio. Bien común.

Javier Otazu Ojer
Economía de la Conducta. UNED de Tudela