Opinión

Diálogo intergeneracional

Diálogo por aquí, diálogo por allá. Hoy en día todo se arregla con diálogo. Sin embargo, a veces es un absurdo. Si de un matrimonio una parte se quiere separar y otra no, no hay arreglo posible. Lo que se debe hacer es buscar mecanismos para poder llevar la situación de la mejor manera posible. Es uno de los problemas que tiene la educación: cuando un alumno afronta un problema, sea el que sea, siempre tiene una única solución. Eso es válido en matemáticas (y no siempre) pero en muchos otros aspectos, no. La ciencia ha logrado resolver problemas que aparentemente no tenían solución. Unas veces no se conocía algún dato crucial, otras veces no se había desarrollado suficientemente los instrumentos que se podían aplicar (en forma de conocimiento o de aparatos avanzados) y otras veces pasaban las dos cosas a la vez. 

Una sugerencia para arreglar este problema es que cuando se planteen ejercicios de exámenes, las opciones sean: solución única, varias soluciones, no hay solución, faltan datos para resolver el problema. Ahora que se está planteando dejar la memoria de lado (lo cual es una locura absoluta: ¿qué somos los seres humanos sin memoria?), que se aproveche la ocasión para plantear en los exámenes más preguntas abiertas. Las cuales, por cierto, no se copian con tanta facilidad. Es peor para corregir, es mejor para aprender. 

Volvemos al diálogo. Entre partidos políticos, entre países, entre instituciones, entre empresas, entre sindicatos, entre religiones…sin duda, ¿quién va a estar en contra de eso? Sin embargo, merece la pena afrontar un diálogo completamente olvidado: el diálogo intergeneracional. ¿Qué piensan los jóvenes de esta situación? Sí, existe algún foro donde dan sus opiniones, pero si buceamos un poco más abajo, ¿qué pasa con los adolescentes? Tenemos el arquetipo de personas enganchadas todo el tiempo al móvil. Nacidos en un mundo digital, pertenecen a la llamada generación IG (Instant Gratification) y por desgracia, presentan una proporción de problemas mentales más elevada que las generaciones previas. Y claro, lo más sencillo es echarles la culpa. ¿Por qué no escucharles? Más aún, ¿por qué no afrontar las responsabilidades de algunos padres? Profesores de niños con 5 años ya denuncian que en clase no pueden parar: eso es debido a que en casa los dejan delante de pantallas para que no molesten y claro, cuando están en el aula son muy revoltosos. Hay un cambio impresionante en nuestro tiempo: hace sólo 30 años, la primera preferencia temporal de los padres en su tiempo de ocio era estar con sus hijos; ahora está entre la tercera y la cuarta posición. ¿Cómo afrontan este problema los políticos? Fácil:”es prioritario bajar el desempleo juvenil”. Lo difícil es cómo hacerlo. Eso se arregla con una “comisión”, una “mesa de trabajo” o algo semejante.

Para afrontar cualquier problema es fundamental tener una visión clara de la situación. ¿Dónde habrá trabajo en el futuro? Hay dos opciones. O nos dedicamos al diseño de máquinas o aprendemos alguna cosa que no puedan hacer las máquinas. ¿Cuáles serán las clases sociales del futuro? Hay tres opciones. Los privilegiados (sea por conocimiento, aptitudes, herencias o pelotazos), los indispensables (aquellos que realizarán trabajos fundamentales para la convivencia social) y los demás (algunos intelectuales como Harari les llaman, sin afán despectivo, los excluidos). En consecuencia, habrá que reformar el sistema educativo teniendo estos aspectos en cuenta. En Alemania, por ejemplo, a los 12 años los alumnos realizan pruebas objetivas donde se valoran sus aptitudes para así orientarlos mejor dentro de su carrera profesional. No es algo vinculante; años tenemos para conocer nuestra vocación y pasión.

¿Y los mayores? Aquí aparece el tema de las pensiones, y claro, como hay millones de votantes la táctica más usada es la de la patada hacia adelante: “el que venga detrás que arree”. Siempre que se han hecho reformas ha sido por obligación, con la oposición votando hipócritamente en contra. Sin embargo, la cuestión tiene mucha miga. En algunas provincias ya hay más pensionistas que cotizantes. La esperanza de vida se ha disparado, de forma que un prejubilado de 60 años va a disfrutar de su pensión, en términos estadísticos, 30 años. Existen viudas que cobran pensiones ridículas y necesitan ayudas de sus hijos para subsisitir. En otros casos, ciertas profesiones han dejado también pensiones minúsculas. Pero claro, como los que tienen capacidad de movilización son los que más cobran sólo se escucha esos casos. ¿Por qué no todos? ¿Cómo puede ser? 

Si pensamos en términos intergeneracionales, los jóvenes lo tienen muy difícil. Están pagando unas pensiones que ellos no van a poder cobrar en el futuro. Van a tener que pagar una cantidad de deuda sideral. Sus perspectivas de trabajo son peores.

Sin embargo, confiamos en su potencial. También sabemos que los mayores deben tener unos recursos dignos pero su reparto debe equilibrarse. Y ese contrato social marcará nuestro futuro.

Tenemos que hablar.

Javier Otazu Ojer
Economía de la Conducta. UNED de Tudela
www.asociacionkratos.com