Opinión

Diagnóstico, percepción, tratamiento

La medicina y la economía tienen grandes semejanzas. En ambos casos se realizan diagnósticos a partir de diferentes indicadores que son de “salud personal” y de “salud económica”. En el primer caso, tenemos como referencia la temperatura corporal, la proporción de oxígeno en sangre (medida por el nuevo aparato de moda: el pulsioxímetro) o la tensión. En el segundo, las referencias son el producto interior bruto, la inflación, el desempleo o la deuda pública.

A partir de los diagnósticos se efectúan tratamientos que tienen, en su mayoría, efectos secundarios. Sin embargo, se establece el consenso de que es mejor asumir dichos efectos antes que seguir enfermos. En economía ocurre lo mismo. En situaciones críticas como la actual todos estamos de acuerdo en que es mejor aumentar el gasto público para atender necesidades inmediatas aunque eso suponga, como efecto secundario, un aumento de deuda pública (para que nos hagamos a la idea de la gravedad de la crisis, en el mejor de los escenarios tendremos el nivel de deuda pública previo a la pandemia en el año ¡¡2035!!).

Antes de la pandemia, en tiempos que parecen del paleolítico superior, ante el temor a atentados terroristas que por desgracia se han sufrido en Francia o Austria, el dilema era libertad o seguridad. En la actualidad, el dilema es salud o economía. Todos los tratamientos que vayamos a afrontar para disminuir el impacto del virus en nuestra vida deben valorar el coste sanitario y el coste económico.

Sin embargo, existe una diferencia fundamental entre la medicina y la economía. Es la percepción de una enfermedad. En el ámbito sanitario, dicha percepción es personal, ética y única. Cada uno de nosotros tiene sus síntomas particulares. En el ámbito económico, los síntomas son del conjunto de la sociedad. Por esa razón no tiene la misma visión de la crisis un empresario acomodado, un hostelero, un funcionario o un trabajador con un ERTE de varios meses. 

Mientras que los médicos son los encargados de curar las enfermedades de las personas, los políticos son los encargados de curar las enfermedades de la sociedad. Y es el momento, de una vez, de valorar a todo el personal sanitario. No es sólo su trabajo actual, el cual tiene suficiente reconocimiento social. Es el trabajo previo a alcanzar su plaza. Un médico debe introducir una gran cantidad de tiempo, dinero y esfuerzo para alcanzar su titulación. Obtener una plaza es muy difícil. Tienen todo, absolutamente todo nuestro reconocimiento. Sin embargo, un político puede llegar a ministro o presidente simplemente después de haber estado muchos años en su partido. Así se reconoce todo su “tiempo, esfuerzo y dedicación”. 

El diagnóstico actual está claro: vivimos una pandemia de la que no se divisa su final. Excepción: el presidente del Gobierno, que estima una vacuna para mayo del año que viene; en primavera de este año la vacuna iba a llegar en otoño o invierno. El batacazo económico que nos viene encima según el Banco de España, la AIReF (autoridad independiente de responsabilidad fiscal), Funcas (Fundación de las cajas de ahorro) o Bruselas es de espanto. Excepción: Gobierno de España; consultar los presupuestos para afrontar la crisis.

¿Qué están haciendo algunos políticos, en su papel de médicos? 

Muy sencillo. Supuestamente intentar cambiar la percepción de la realidad para evadirse de las posibles responsabilidades personales. Asumiendo que la situación es grave, se escudan en los científicos y los “expertos”. Indican que ningún país tiene clara la solución. La culpa es de los demás: se buscan chivos expiatorios. Y sobre todo, se atiza la polarización. Los míos son los buenos, los tuyos los malos. Las algaradas, destrozos y conflictos las realizan siempre los otros. Muy importante: estos efectos se dan mucho más en la política nacional (más alejada de la realidad) que en la regional. A más cercanía, mejor política.

A todo ello, debemos añadir una fecha que cambió el mundo: el 4 de diciembre del 2009. Según el activista y escritor Eli Pariser, ese día Google comenzó la “era de la personalización”. Desde entonces, cuando alguien teclea una palabra como por ejemplo, “ansiedad” los resultados de las búsquedas son diferentes. De esa manera la pantalla del ordenador es un espejo personal que refleja nuestros propios intereses.  Conclusión: más polarización. En fin, son cosas de los algoritmos. Para defendernos de ello, no tenemos otro remedio que consultar diferentes medios y dialogar con personas que no piensen como nosotros. 

Así, ha llegado el momento del tratamiento por parte de todos.

La sociedad civil con más responsabilidad personal. Los medios de comunicación con fotos, reportajes y testimonios de enfermos. Los empresarios, además de implantar medidas sanitarias, pueden invertir en tecnologías para buscar soluciones. Los científicos, que no se desesperen por la vacuna y sigan afinando más sus recomendaciones de salud pública. Los políticos, que no tomen siempre las decisiones más fáciles y asuman, como piden a la sociedad civil, su responsabilidad.

A todos, entusiasmo, optimismo y esperanza. 

Javier Otazu Ojer
Economía de la Conducta

Félix Zubiri Sáenz
Médico de Familia

www.asociacionkratos.com