Opinión

En respuesta a Ángel Moracho Jiménez

Sr. Moracho;

En primer lugar le diré que no sé dónde está el Valle del Silicio, pero lo que sí le aseguro es que yo podría trabajar en él. O en la Nasa. Aunque en cualquiera de los dos lugares mi ocupación fuera la de fregar el suelo. O no. Porque lo mismo mi coeficiente intelectual no da, qué se yo, para mandar gente a la Luna (acababa yo con la mayoría de los problemas del planeta en un pis pas llenando un par de naves), pero sí que podría dar para otras cosas. Lo que pasa es que mire usted, yo no estudié por diversas circunstancias que a nadie le importan y que, además, no vienen al caso. Y como lo de la dolce vita en la casa de papá y mamá no me seducía, y aún lo hacía menos el buscar un marido que me costease los garbanzos, pues me metí en el tema de la distribución alimentaria y ahí sigo. He sido reponedora, cajera, charcutera, pescadera, panadera y hasta jefa, ya ve usted. Y de momento no he envenenado a nadie, o sea que tan tonta no seré. Igual pasa con mis compis, no se crea: cuatro de ellas son grandes lectoras, otra toca el acordeón, otra es una gran bailarina… Sí, ya sé que tocar el acordeón o bailar no son cosas importantes, pero yo no sé hacer ninguna de las dos. Y puede que usted tampoco. Pero mire, todas estas mujeres y el resto de las que componen la plantilla tienen algo en común, y es su valentía. Llevo con ellas casi 15 años y le aseguro que las he visto pasarlas muy, pero que muy putas. Como también le digo que sacaría la cara por cada una de ellas. Tendría usted que oír cómo cantan a veces, por mucho que la situación venga mal dada. Y tendría que asistir a sus sesiones de encaje de bolillos para cuadrar agendas laborales, familiares y de ocio. Pero, sobre todo, tendría usted que APRENDER de la actitud de todas ellas, y del orgullo que sienten de sí mismas. No por trabajar de lunes a sábado en un supermercado, sino por haber sido capaces de no caer en lo fácil, o sea buscar al hombre proveedor, y querer ser autosuficientes. Y oiga, no sé cómo será lo de currar en el Valle del Silicio, pero ya me gustaría a mí ver a ciertos prohombres lidiar con alguno de los impresentables a los que tenemos que poner buena cara porque “el cliente siempre tiene la razón”.

En fin, que ya ve que muy puestas en finanzas a lo mejor no estamos, pero desde luego que nos merecemos el mismo respeto que los del Silicio. De modo que deje usted de ningunear a mi gremio que bastante tenemos ya con la pandemia.

Atentamente,

Inmaculada Benítez
Escritora y cajera