Fue preguntado, el ya expresidente de la república de Uruguay, por si el poder cambiaba a las personas. El expresidente, entre socarrón y melancólico, contestó: “No, el poder no cambia a las personas; el poder revela quiénes son en realidad esas personas”.
No encuentro respuesta más acertada ante la innumerable sarta de declaraciones, promesas, afirmaciones y sandeces que son capaces de ¿regalar? y parir tanto candidato a político, ante la celebración de elecciones venideras, algunas ya celebradas. ¿Tanta dificultad supone proponer medidas sin mostrar soberbia en el rostro? ¿Acaso ignoran que la mirada por encima del hombro también puede ser dialéctica, y que, los nacidos antes del 78 tienen más años de experiencia, de vida vivida y por ende, de sabiduría?
En estas fechas, las arengas a las que nos acostumbramos no de buena gana, nos saben a rellamada. Nos suenan a algo que, hace cierto tiempo, procuraba en nuestro corazón un sentimiento de solidaridad, compromiso, ilusión… Ahora todo está manido, sobado. La torpeza del discurso, cuando sólo pretende un puñado de votos, vacía de contenido esas hermosas palabras.
Y ahora ya, tras las locales, comienza la ceremonia de pactos, acuerdos y demás alusiones democráticas, con la consabida quitada de máscaras, caretas y disfraces. De aquí a las elecciones generales, el tiempo otorga ocasión única para convencer y demostrar que lo elegido merece la pena corroborar. Y es que nuestro entorno es variopinto, interesante y, sobre todo, enriquecedor. Venga, a ponerse de acuerdo. El pueblo os lo requiere y lo necesita. ¡Adelante!
Enrique Rodés Martínez
Tudelano observador