Opinión

Un cambio en la sociedad contemporánea

En este tiempo que nos ha prestado la naturaleza podemos parar a pensar sobre la forma de vida que hemos practicado durante los últimos decenios, siglos, que no haya sido la más adecuada. Nuestra industria, la contaminación que deja y el derrumbe de la biodiversidad que habíamos utilizado para esa industria y forma de vida dibujan un nuevo escenario, y en él, no podemos mirar a la calle más de la mitad del planeta. Esto nos ha dibujado dentro de una estampa histórica y en ella la calidad de vida se muestra temporal y muy difícil de mantener más allá de nuestros días. 

Con más o menos profundidad, una pandemia nos demuestra que el mantenimiento de esa calidad de vida ha sobrevivido en nuestras cabezas porque una zona del planeta estaba basada en la explotación de la otra, lo que da lugar a pensar sobre la calidad de vida que ocurre con libertad. Una idea de libertad que ha consentido un bonito paisaje pero que resulta una tremenda confusión de contaminación y explotación, dicho en resumida cuenta. Esta ides y otras muchas nos han distraído y hemos deformado nuestra responsabilidad sobre la tierra que habitamos, antes no fue así. 

No siempre hemos estado sobre el planeta con el mismo papel de protagonista, en un momento anterior fuimos guardias de la naturaleza y todo cambió con la llegada del Imperio Romano, que cambió la forma de vida del ser humano. En el principio, el papel de las comunidades indígenas fue de guardias, personas conocedoras de su entorno en la relación humano-naturaleza, o al menos así lo afirmaban cuando eran conquistadas por la civilización. Después, en algún momento, el guion cambió sutilmente pero muy dañino cuando pasamos de una existencia de guardias a protección. Ya no seríamos bárbaros y el cambio resulta realmente profundo si nos fijamos que una cosa es cuidar tu entorno de naturaleza y recursos como su guardián, bárbaros, y otra muy diferente creernos su protector.  

La segunda, que es la actual, manifiesta un sentimiento de tenencia de ese entorno, y es por eso por lo que se adopta una postura protectora, hasta pone un límite, porque la tenemos, la protegemos. Esta actitud condujo histórica y filosóficamente a la definición del patriarcalismo y, en esa protección de valles y animales, estableció la igualdad como el eje fundamental que nos da la posibilidad de sacar riqueza de esa protección; porque es nuestra. Y para que tengamos estas riquezas y esta forma de vida hizo falta diseñar un mecanismo regulador que controlara ese nuevo comportamiento civilizado: el derecho y la actual democracia. 

En la democracia el ser humano puede elegir y a la vez tener la libertad de hacer lo que quiera con su tenencia, lo que quiera, incluyendo arrasarla o reformarla al gusto, o robarla, de eso trata la libertad, porque siempre hay un salvoconducto para arrasar algo. Pero en realidad “libertad” viene de la palabra “liberto” del Imperio Romano, esa persona que pasaba al rango de libertad porque iba a ser parte del tejido productivo de Roma. Eran personas libertas pero a fin de cuentas siervos de la mecánica de tenencias y usufructos que les había raptado, pasaban a ser libres, sí, pero dentro de la Roma que inventó estas palabras y esta civilización que les había confinado. Bueno, no solo era Roma y también ocurrió en otros continentes, pero casi que todos los absorbe el derecho de aquella Roma, ya sea con el método religioso o el económico su derecho es el básico de medio planeta. 

Hoy conocemos que los esclavos se situaban físicamente delante de su antiguo amo en el día de su liberación, decían unas palabras, y en ese instante juraban un contrato que confirmaba que iban a seguir a su servicio unas cuantas horas al día. Liberados pero seguían prestando servicio, luego, coloquialmente, podían hacer lo que quisieran. A cambio de esas horas recibían algún dinero que, a fin de cuentas, se gastaba en el mismo sistema del que se liberaban, pero podían estar liberados sin amo y engrosar la lista de productores de Roma para caer siempre en ese sistema. Pero, en aquel tiempo, no era necesario pertenecer a un latifundio para poder comer con el dinero de ese trabajo de liberto, eran bárbaros, y eso significaba que tenían una forma de comportamiento diferente que hoy sabemos que era más afín al entorno. Gracias a ella la humanidad se acercó a comer y vivir a un bosque o a un humedal durante miles y miles de años. Es mucha distancia de unos siglos a otros pero aquel momento del ser humano muestra el comienzo de una forma de vida nueva en el pensamiento humano que ha durado dos mil años: el patriarcalismo sobre el territorio y sobre el comportamiento.

Durante los sucesivos imperios del patriarcalismo y su libertad no hemos practicado igualdad ninguna, ni entre personas ni entre valles ni en continentes, unos han sido ricos porque el resto ha sido obligado a sufrir su explotación. Pero hubo un antes de comportamiento y percepción del mundo, se llamaba agonismo, así lo definimos, un sistema social perseguido y que era el de los bárbaros. Venía del neolítico y ha sido batallado con la mayor virulencia que podamos imaginar, mayor que los esfuerzos bélicos actuales o incluso de los económicos de cualquier crisis, incalculables. Hoy parece claro que Grecia respetaba a esas comunidades y comerciaba con ellas así que, la causa, señala al cambio de Roma y a ella como la entidad que impuso un sistema de libertades y aspiraciones sobre el anterior de necesidades y colaboraciones que fue el agonismo. 

La palabra agonismo guarda varias definiciones y casi todas apuntan en la misma dirección, en este mismo vocablo podemos ver sociedad, filosofía, economía, anatomía o incluso deporte. Aquí vamos a leer la anatómica, esta ciencia médica define así a la acción compleja de los músculos cuando se mueven para, por ejemplo, flexionar el brazo. Cuando levantamos un peso estamos promoviendo un agonismo: hay un músculo que se encoge y dirige el movimiento, hay otro que se estira permitiendo tal movimiento, y hay un tercero que está en medio y permite que ambos estén coordinados. Estos tres protagonistas son: el bíceps que se encoge, el tríceps que se expande y el braquial que ejerce de nexo entre ambos. Son tres partes denominadas agonista, antagonista y sinergista. 

Estos nombres en un movimiento muscular de nuestro cuerpo vienen de largo y no son nuevos, fueron la forma de comportarnos antes de la llegada de la libertad y la civilización. En aquel sistema no había iguales porque no hacía falta que los hubiera, todo eran zonas de una sinergia que las unía y participabas en ella. Allí, evidentemente, nadie tocaba la sinergia si no quería ver desaparecer a sus miembros, y es toda una fortaleza, vale, pero a la vez un punto débil, y Roma supo muy bien cómo aprovecharlo cuando completaba su famosa conquista de Europa. La hizo asestando innumerables golpes sobre esas sinergias que eran los bosques y los humedales, unos espacios de alimento que unían a la humanidad antes de aquellos golpes romanos: substructio de batalla y arrasada, fundación, y constructio, que es todo lo siguiente. Hasta hoy.  

Actualmente este sistema está en el fondo de muchas propuestas, no lo leemos, no se dice, pero se ve. En el agonismo sabemos que no existe la libertad de arrasar la sinergia si te haces con ella por mucho dinero que tengas, da igual. Puedes hacer cualquier movimiento siempre y cuando no toques la sinergia, al menos no sin el acuerdo de todas las implicadas, independientemente del objetivo y oportunidad, de negocio. 

Queda claro que esta actitud frente a la vida ha sido negativa en los últimos siglos de democracia, libertad y estas consecuencias de biocidio que han traído. Hasta ahora, con medios y una oportunidad, podías hacerte con un bosque y talarlo para obtener dinero, en ello permitíamos seres humanos esclavizados, muchísimos libertos y un incalculable daño a la naturaleza de nuestro entorno presente y futuro. Ha dado igual que los animales, las plantas y las aguas no vayan a volver a su biodiversidad, lo hemos llamado huella ecológica aunque la humanidad tiene posibilidad de vuelta: se va por la calle del agonismo en lugar de la extracción de la democracia actual, y formando navas y sinergias en lugar de regiones liberadas. Estos términos empiezan en el auzolan que guarda las sinergias de los valles, la alternativa al sistema teledirigido de extracción de aquellos usufructos, los únicos que parecen ser libres en un paisaje de ciudades ultraprotegidas.