Opinión

La generación del cambio

Mi generación, los que nacimos en la postguerra inmediata, vivimos no pocos años con carencias de todo tipo, con aleccionamientos religiosos y políticos fundamentalistas, con sistemas educativos represivos, pero llegamos a la juventud henchidos de ideales para cambiar la sociedad a un sistema democrático, con justicia social, en que todos estuviéramos involucrados. En eso nos implicamos muchos de mi generación, cada cual en su ámbito con más o menos arrojo. No pocos de los que luego se subieron al carro del progresismo vivían la situación con indiferencia.

Idealizamos la meta en la que nos habíamos comprometido. Con cierta ingenuidad creímos que iban a subir a la palestra líderes carismáticos, idealistas y honrados. Llegada la democracia aparecieron personas que habían aportado su trabajo y compromiso en aquel momento; muchos, dispuestos a recibir el “premio” que creían haberse merecido, no pocos de los cuales no volvieron nunca a trabajar aupados en puestos políticos de comunidades, ayuntamientos, etc. También muchos oportunistas, que habían estado agazapados en los momentos duros y, cuando no hubo peligro, asaltaron el poder con lustre de progresismo recién estrenado, en general como finalidad personal.

Hubo otros, que habían trabajado con compromiso contra la dictadura que, al llegar la democracia no soportaron el navajeo y los codazos en post del poder y, ante el cariz que tomaban los acontecimientos, con consecuencia, dejaron la actividad política y volvieron a sus puestos de trabajo; personas honradas e idealistas.

 Como consecuencia, muchas personas oportunistas y astutas asaltaron ámbitos de poder. Sin formación, con poca, o con títulos conseguidos de muy dudosa manera, y con mucha ambición, hicieron de la actividad política su medio de vida; pero una vida de privilegio y bien pagada. Ya no defendieron ideales, sino su estatus. Conociendo el percal, no es raro que hoy estén callados ante la deriva de sus ideales de entonces, unos por no poner en peligro su posición y, otros, además, porque tienen mucho que ocultar. Algunos, se pronuncian con consecuencia.