Opinión

Escribir duele

Ante tanta vorágine de opiniones desabridas, cargadas de odio contenido, otras de odio y rencor no disimulado, de sectarismo, de jaurías organizadas para atacar al discrepante, opinar, o escribir opinando, intentando ser justo en el contenido, de acuerdo con los propios valores, independiente de poderes, taimado en las formas, es un ejercicio que no es fácil; duele. Da la impresión de estar en un campo de batalla, en un campo de nadie, donde se puede recibir fuego de todos los bandos. Los contendientes te exigen que, o estás con ellos, o estás contra ellos; o estás en esa zona en que te ignoran, o te conviertes en enemigo de todos y en amigo de nadie.

Intentar escribir con independencia, con honradez intelectual, no quiere decir que las opiniones no sean discutibles, ni que sean las verdaderas, ni que coincidan con la opinión de algunos, quiere decir que el autor expresa sus opiniones razonadas, sin depender de ninguna organización, grupo o personas; solo depende de su honradez intelectual que puede o no coincidir con unos o con otros, y que, además, puede coincidir en un tema, pero no en otros. En mi caso, suelo defender conceptos, sobre todo si están en crisis y me parecen básicos para la convivencia y derechos de todos. Considero que en ocasiones es un deber moral “mojarse”, pero siempre con respeto, y a veces sin paños calientes que desvirtúen temas fundamentales. Creo que nuestro paso por el mundo debe ser con el compromiso de hacerlo un poco mejor, por eso considero que hay que defender valores y denunciar abusos.

El pensar diferente es un derecho; el opinar diferente es un derecho. El contaminar la opinión con odio, con rencor, con agresiones verbales, hace sospechar que no se quiere deliberar, que se quiere imponer, que la solución se tiene tomada de antemano, que solo se está dispuesto a aceptar las verdades propias y a no analizar las del contrario. Suelen utilizar la descalificación, incluso la mentira clara y flagrante para confundir y engañar al ciudadano.

En el momento actual, existen tantas fuerzas encontradas, como partidos políticos, medios de comunicación cuya función no es informar, sino en muchos casos manipular según la ideología que los sustentan. Leer o escuchar a líderes políticos en medios de comunicación produce desazón ante la maraña de opiniones contaminadas por intereses. En las redes sociales hay jaurías, unas organizadas, otras individuales, cuyas descalificaciones verbales al discrepante denotan agresividad sectaria, incluso a veces peligrosa.

Al ir por libre, se tiene la sensación de ser un francotirador de opiniones, sin bando, en una batalla en que los contendientes van a pasar por encima. A los que no pertenecemos a sus grupos, ni nos miran, nos ignoran, nos ningunean; solo “beben” con los de su “cuadra”, y si consideran que llegamos a ser incómodos, o molestos para su causa, se encargaran de eliminarnos con la descalificación organizada.

Pero hay una parte de esa mayoría silenciosa, respetuosa, que sí nos lee, puede estar o no de acuerdo con nuestras opiniones, con los conceptos, con los valores que defendemos, por los que merece la pena el esfuerzo de escribir, con el intento de aportar temas de reflexión para que cada cual encuentre su propia verdad, y para que entre todos formemos una sociedad más honrada intelectualmente, más humana, más justa, menos sectaria, menos crispada. Basada en valores.