Psicología

Buen morir, buen vivir

La muerte es un tabú social en nuestros días. ¿Por qué?

Tal vez debido a que todos tenemos a alguien cercano que ha muerto de cáncer a una edad “que no le correspondía”. A pesar de que esta enfermedad es la primera causa de muerte en España, y supone el 25% de todas las defunciones (según la Estrategia en Cáncer del Sistema Nacional de Salud del Ministerio de Sanidad, 2006).

También puede ser debido a que vivimos en una cultura tan sumamente materialista, capitalista y consumista, que convertimos a la propia vida en un ‘producto de consumo’ más, que podemos poseer a nuestra voluntad.

Quizá se deba a que el desarrollo tecnológico (especialmente en medicina), nos ha permitido ‘esquivar’ lo que antes nos mataba, alargando nuestra vida con muy buena calidad hasta edades impensables en antaño.

O a lo mejor tiene algo que ver el declive de la religión y sus creencias asociadas, que proporcionaban ‘tranquilidad’ al pensar en el ‘más allá’.

Sea cual sea la razón, o si es un poco de cada una de ellas, la realidad es que nuestro ego no acepta la idea de morir, y tiene a la muerte como su peor enemiga. Pero esta actitud no nos ayuda para nada, ni a vivir una vida plena y serena, ni a acompañar correctamente a nuestros allegados cuando están muriendo, ni a desarrollarnos personalmente todo lo que podríamos. Negar la realidad solo nos trae sufrimiento.

El encuentro con enfermos terminales nos enseña que tal y como describió Elizabeth Kübler-Ross (1975), tras pasar todas las fases del duelo (negación, negociación, ira, depresión, aceptación), el paciente entiende que ha llegado su hora, y el miedo a la muerte desaparece, encontrándose en paz, para dejar este mundo.

Como decían Cannon (1929) y Perls (2001), el ser humano cuenta con una autorregulación organísmica, que hace que acabemos equilibrándonos con los elementos adversos que nos suceden en la vida. Esto es lo que nos ocurre también al morir. Por eso es inútil preocuparse por la muerte, porque cuando llegue, ¡nos moriremos bien!, como estamos viendo morir a quienes nos preceden (en general). Esto nos ha de permitir vivir tranquilos, sin obsesionarnos y sin negar, el hecho de que un día desapareceremos.

"Convertimos la propia vida en un producto de consumo"

 

Traer a la consciencia este hecho, en nuestro día a día, estar preparados para morir hoy, nos ayudará a vivir menos apegados a las cosas, y por lo tanto a no dejarnos arrastrar cuando nos falten.

Un buen ejercicio para ayudarnos a integrar la muerte en nuestra vida, y así poder acompañar mejor a nuestros allegados, es la de imaginarnos el último día de nuestra vida, y desde ahí, mirar hacia atrás: ¿cómo ha sido mi vida?, ¿cómo querría que hubiera sido? Entonces volvemos al momento presente, y teniendo eso en cuenta, tomamos la decisión que más paz nos va a proporcionar, mirando hacia atrás el día que nos toque decir adiós. Este sencillo ejercicio es increíblemente potente para encontrar el sentido de nuestra vida, aquel que nos proporcionará paz y plenitud, en el momento presente que estamos viviendo.