Murchante

Navidad agridulce

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El nacimiento de un humilde muete, hace más de dos mil años, en una aldea perdida de la periferia del Imperio Romano ¡cambió el mundo! En el mundo, con Jesús, ya nada fue como antes. Hoy somos un mix de la cultura greco-latina, la tradición judeo-cristiana, y la aportación de la ilustración. Las tres inspiraron nuestros valores (libertad, igualdad, tolerancia, democracia, Estado de Derecho) y nos sentimos orgullosos de ellos. Así, la Navidad me produce sensaciones opuestas. Mientras me atraen los recuerdos de mi niñez, y la de mis hijos, no me gusta nada el exceso consumista de las Fiestas. Por ello mi percepción es agridulce.



Agria, por el consumismo, adobado de vacuos deseos de bondad y paz. Muchos han dejado de celebrar la Navidad en las Iglesias, sustituyéndolas por las nuevas catedrales del consumo, los grandes almacenes, que son mucho más feos y prosaicos que nuestros lugares de culto. El consumo, o por lo menos el compulsivo, sólo nos satisface de manera inmediata ¡cosa de un momento! Después de toda nueva adquisición, al poco, cuando desaparece el inicial estado de excitación, nos queda una sensación de vacío importante, al constatar que la nueva cosa no ha sido para tanto. Nos queda una frustración de que ¡prometían más!



Dulce, porque todavía muchos niños y mayores conservamos grandes ilusiones

por el auténtico espíritu

del Adviento, como preparación para la venida del Redentor -la Nativitas, el Nacimiento, la Navidad-. Nuestros mayores nos enseñaron que lo importante es el ser y no el tener.



Al final se nos examinará de si hemos sido coherentes con el mensaje de amar a Dios y al prójimo, y no de si hemos sido capaces de acumular, más o menos riquezas.



El cristianismo comenzó en un humilde pesebre y culminó con la muerte resurrección del Señor. Mensaje no fácil de entender, y después de entenderlo y aceptarlo, mucho más difícil es ponerlo en práctica, al situarse en las antípodas de lo que se entiende como el triunfo de lo humano. Pero realmente merece la pena ¡el amor al prójimo da sentido a la vida!