Estas navidades se nos antojan a todos como una invitación a la cercanía, al encuentro y al apego, en sus múltiples facetas.
Tenemos ganas de sacudirnos la angustia y la incertidumbre que nos han acompañado estos años de pandemia y de tanta insolidaridad en los mismos.
Necesitamos gratificarnos y disfrutar de las cosas que se nos presentan, sin recurrir a consumos exagerados ni a gastos innecesarios.
Hay muchas formas de festejar este aniversario del Niño de Belén, a pesar de la inflación y de los costes prohibitivos. Una de ellas es aprovechar nuestra impulsada bocanada vital para ir reconstruyendo y unificando nuestro mundo interior personal.
De entre los muchos aspectos a cultivar en nuestro existir más profundo, uno de los más importantes puede ser construir y consolidar nuestra paz interior, entre otros motivos para acercarnos, poco a poco, al máximo deseo que cada uno de nosotros podemos llegar a esperar: ser felices.
A nuestra paz íntima se puede llegar mediante la utilización de los tres caminos que nos pueden conducir a ella: 1) el orden: tener nuestras ideas y conocimientos claros y bien organizados en nuestra cabeza (Tomas de Aquino decía que “la paz es la tranquilidad del orden”); 2) la seguridad: no sentirnos irracionalmente amenazados y 3) la esperanza: confiar en lograr lo que nos proponemos.
Una vez que la paz, con toda su belleza, anide en nuestro interior, nuestro estado de ánimo mejorará y se volverá sereno (sin ver nubarrones ansiosos) y sosegado (bien arraigado y asentado). Ello nos ayudará a cambiar, también en positivo, nuestro modo de estar con los demás: con respeto, confiadamente, así como con sinceridad y buena fe.
Paralelamente, de forma recóndita, nos conoceremos más tolerantes, más prudentes, más compasivos y más serviciales, mientras que, exteriormente, los demás nos sentirán personas más acogedoras y afables.
Quizás, tal vez, todo ello mejore también, espontáneamente, nuestra propia mímica facial. La sonrisa aparecerá frecuentemente en nuestro rostro, haciendo verdad el aforismo de Rabindranath Tagore: “cuando sonrió el ser humano, el mundo le amó”.
Hay que intentarlo, FELIZ NAVIDAD.