Opinión

Los niños al cole

En términos generales, un niño tiene tres “mundos” en los que interactuar: su familia, el colegio y la calle. En el caso de los grupos más empobrecidos, con hogares más limitados y limitantes, la calle se suele convertir en un espacio de socialización y aprendizaje informal bastante significativo para ellos, mientras que el colegio es, únicamente, su lugar de socialización formal complementario al anterior. En el colectivo de familias con mayor poder adquisitivo, el papel de la calle es menos importante en su formación y se refuerza, sin embargo, el cometido de la familia y del colegio, suplementados, posiblemente, por otros recursos de adiestramiento extraescolar remunerados (academias, gimnasios, clubs, campamentos, etc).

No cabe duda alguna de que cualquier niño necesita que se le deje crecer y desplegarse respetando sus capacidades innatas, dotándole de dos grandes valores interhumanos que le sustenten y alimenten: el amor y la seguridad. Dotar a su incipiente vida humana de sus nutrientes es responsabilidad ineludible de sus padres y de sus mayores, indicación clara del respeto que se le debe y se le tiene. Convendría, en este contexto, refrescar el canto de khalil Gibran, en su libro “El Profeta”, cuando habla de los hijos, diciendo en sus inicios: “Vuestros hijos no son vuestros hijos. Son los hijos y las hijas del ansia de la Vida por sí misma. Vienen a través vuestro pero no son vuestros. Y aunque viven con vosotros, no os pertenecen….”. Releer el poema al completo, y reflexionar sobre él, puede ayudarnos a muchos de nosotros, en este momento de desconcierto, en relación al papel de la educación de los menores.

En todo caso, con estos antecedentes, es evidente que el colegio es para cualquier niño un lugar imprescindible para su eclosión, maduración y desarrollo personal, en todos sus sentidos: intelectualidad, afectividad y sociabilidad. Incluso, para hijos de algunas familias menos afortunadas económicamente puede ser necesario para su crecimiento somático corporal. Siempre su crianza y educación van a encontrar en el colegio una ayuda muy importante.

Ir al colegio es, por tanto, un derecho del niño que todos debemos respetar, especialmente sus padres. Allí se van a producir, para él o para ella, tres grandes procesos evolutivos: su educación intelectual, su formación ética, y su proceso de socialización. El colegio es la red grupal en la que se producen los grandes intercambios del niño con su entorno tanto en el plano intelectual, el afectivo, el social y el ético.

Fruto de estas experiencias escolares se irán generando en los hijos sus rasgos de personalidad fundamentales: la seguridad; la confianza en sí mismo y en los demás; la imagen y el concepto de ellos mismos; su autoestima; su fuerza del Yo, prólogo de su futura resiliencia; su sentido del deber y su responsabilidad; su autonomía intelectual y afectiva; y varias más. Nuestros hijos no pueden dejar de ir al colegio, pensar otra cosa supone someterlo a un revés vital arriesgadísimo.

Finalmente, en esta época convulsa e incierta de la pandemia, que nos agobia y nos acongoja, hoy más que nunca resulta fundamental que se afiance una unidad armónica entre los padres y el colegio. Cualquier indicador de conflictividad entre ambos entes, padres y colegio, puede ser sumamente nocivo para el desarrollo feliz del niño o adolescente: una crítica ligera o un enfado de los padres hacia el colegio o los profesores puede causar una grave angustia y un malestar interior en el hijo alumno, en su delicado proceso de autocreación. Los padres y el colegio, bien unidos, deben ser para él rocas seguras en las que apoyarse.