Opinión

La receta

Debido a nuestras raíces cristianas, hasta hace poco más de medio siglo, la Navidad se consideró una fiesta de cercanía, de paz y de amor, que se celebraba con alguna comida especial en el núcleo familiar conviviente y la recepción de algún pequeño recuerdo “traído” por los Reyes Magos.

Más recientemente, fruto del exacerbado consumismo y de la globalización mundial, las comidas familiares se convirtieron en banquetes dispersos y exagerados, así como los recuerdos en excesivos regalos atribuidos a variados personajes tradicionales importados de diversas culturas mundiales.

Los dos últimos años, la pandemia nos ha acorralado y nos ha confrontado con muchas de las esencias y funciones del ser humano, arrojándonos a una extraña situación de confusión, de angustia, de falta de arraigo y de ausencia de referencias estables.

Necesitamos detenernos en nuestro desconcertado devenir, trabajar nuestro reconocimiento personal e reiniciar nuestra marcha existencial serena y estable, posible comienzo de esa luz que todos esperamos. La receta es muy sencilla:

  • Prevenir, al máximo, el contagio del COVID en nuestro entorno, mediante la vacunación, el uso de las mascarillas y la renuncia (amorosa) a agrupamientos innecesarios.
  • Volver a la sencillez, a la austeridad y a la sobriedad.
  • Iniciar una cultura de fraternidad y de cooperación, ayudando a todos los que nos rodean.

Solo así acampará, poco a poco, en nosotros, la paz y podremos reconocernos en nuestra esperanzada andadura de la vida. Buscar otras fuentes más esotéricas no conduce más que a aumentar el desconcierto y la inseguridad. Como diría el tudelano José Mª Iribarren: “al pan, pan y al vino, vino”; sobran los eufemismos.