Opinión

Fin de año

Todos los seres humanos somos “seres en camino” y cada “fin de año” nos supone la terminación de una etapa vital y la urgencia de prepararnos para un nuevo amanecer orientado hacia la culminación de nuestro proyecto personal.

La Navidad y el Año Nuevo son en esta época del año los mojones que ordenan y controlan nuestra historia y que, inexorablemente, nos conducen al silencio y a la reflexión.

Tres son, a mi entender, los acontecimientos que hoy en día pueden servirnos como los lugares de revisión en los que asentar nuestro despliegue singular de cara a nuestra actuación en los próximos meses del año:

1. El mundo en que vivimos

Actualmente nos movemos en un mundo confuso y ansioso, abrumados por la incertidumbre y la perplejidad ante nuestro futuro. El desorden y la duda se han adueñado de nuestra existencia.

Los cuatro grandes anhelos de la humanidad (libertad, igualdad, fraternidad y paz) se hallan muy alejados de la realidad actual.

Aunque muchos pensamos que debemos construir un mundo más sano y más humano para disfrute y arraigo de nuestras siguientes generaciones, no sabemos qué trayectoria seguir y nos preguntamos cómo hacerlo, de qué forma y dónde.

2. El encuentro familiar

La Navidad, por tradición occidental, nos conduce al reencuentro familiar, con la expectativa de recuperar amor y energía de cara al futuro.

Sin embargo, actualmente, nos encontramos cada vez más con grupos familiares bastante conflictivos y deteriorados.

A menudo, nos topamos con dinámicas poco cariñosas, irrespetuosas y tristes que, en vez de fortalecernos y apoyarnos, nos deprimen y cuestionan nuestra razón de ser y la estrategia para orientar nuestra vida.

3. La fe en el ser humano, en nosotros mismos

Los humanos somos, sin duda, los seres vivientes más capaces para afrontar el futuro de la forma más adecuada y saludable.

Para ello debemos mirarnos dentro de nosotros mismos, ya que el sentido de nuestra vida reside en vivirla en singular, haciéndonos y dándonos, esculpiendo nuestra alterabilidad y cuidando nuestro entorno. Solo así podremos dar testimonio y ser coherentes.

Dos son los grandes valores del mundo interior: La Verdad y la Bondad. Solo los humanos podemos sacar cosas buenas del tesoro de nuestra bondad y aplicarlas.

En definitiva, el “fin de año” no es el fin de la vida, solo la pausa para mejorarla. No podemos dejar pasar la oportunidad y conviene que concretemos nuestros pasos a dar: detectemos un problema y tomemos una decisión en cada uno de los tres apartados que hemos citado. Renovemos nuestra alegría y apuntillemos nuestra esperanza sobre la base de nuestra convicción y de nuestra fe en la naturaleza humana. Para ello sacudamos nuestro escepticismo y avivemos la marcha.