Opinión

Pisando la calle, con barro en las botas

El problema principal de la política en todos los niveles es su desconexión más absoluta con los problemas de la gente normal, los que tratamos de salir adelante, encontrar trabajo, los que hacen cuentas para llegar a fin de mes y en definitiva, todos aquellos que estamos hasta las narices de aguantar su verborrea pedante, su superioridad moral y sus cortinas de humo.

Precisamente en eso es en lo que se han convertido nuestros políticos, en humo, en nubes vaporosas de pompa y culto al propio poder y a la propia imagen, tan ensimismados en si mismos que cualquier pequeño destello de realidad incomoda y es rápidamente sofocado recurriendo a las legiones de borregos felatómanos y haciendo uso del rápido y socorrido argumento que ocupa el puesto 1 en el manual de escape, el clásico “yo no he sido y la culpa es del enemigo X”, las socorridas tácticas del manual Goebbels, que a pesar de ser conocidas siguen surtiendo un buen efecto en las masa vulgarizadas, coléricas y cada vez más auto-absorbidas por las espirales de odio en las que los trileros las mantienen.

El día en el que empecemos a vivir en el mundo real, comenzaremos a atajar los problemas del mundo real, el paro, la falta de futuro de los jóvenes, los impuestos asfixiantes y el declive general. Todos ellos tienen soluciones, pero debemos entender que dichas soluciones obligan a ser responsables, a mancharse las botas de barro y muy seguramente a ponerse de este hasta las cejas.