Opinión

Postransición

Si nos guiamos por los que se escucha en las tertulias y se lee en los periódicos, no parece que la opinión pública, sobre todo la que es adepta al imaginario de “esta izquierda”, sea consciente de uno de los  significados de lo que está sucediendo.

Concretamente, no parece ser aún consciente de que ya se ha acabado definitivamente la transición y que nos encontramos ante una situación política que, a pesar de los intentos de regresión a ese imaginario en la “izquierda”, no tiene ya su origen en el franquismo, sino en el propio entramado político institucional de una democracia perfectamente consolidada.

La pretensión de “franquistizar la política” (si alguien concibe un término mejor que lo proponga) por parte de IU/PC, es decir, resucitar a “Franco” para adjetivar al adversario y evitarse así tener que argumentar con ideas democráticamente viables,  tras haberse hecho con Podemos y redirigido los ideales igualitarios del 15 M  en esa dirección, demuestra, sobre todo, el miedo a que este gran cambio sociológico en España sea irreversible, ya que convierte en totalmente obsoleto uno de los grandes motivos utilizados para movilizar a sus seguidores contra la democracia en nombre de su “democracia”.  Siendo otras líneas de su “combate” el apoyo a la inmigración masiva (contra los intereses de los “trabajadores” locales que deben ser “franquistas”, ya que se quejan por ello) la República de “una” España “plurinacional” o “nación de naciones”, y el “derecho a decidir” de los “pueblos” en favor de sus aliados nacionalistas locales, viejo eslogan de la descolonización post W WII y actual episodio de la nueva “Guerra Fría” iniciada cuando algunos países decidieron dejar de formar parte de la URSS, guerra de la que son cómplices con la excusa de la “antiglobalización”.

Y gracias a esta forma de “hacer oposición” sin hacer verdaderamente nada, estamos asistiendo a lo que es, de hecho, una revalidación democrática de las posiciones conservadoras,  ya que se pone en evidencia que estas tienen también el derecho a reivindicar sus propios argumentos sobre cualquier tema, por inmovilista que sea,  y hacerlos valer con su fuerza en votos. 

Para realizar cambios hay que tener en cuenta hoy al PP,  que tiene derecho a desarrollar una política tan inmovilista o sectaria como quiera, siempre de acuerdo con sus votos y con la Constitución. No verlo así es parte de la ceguera antidemocrática  que imponen a sus devotos los que pretenden revertir lo que se hizo en 1978  para, aún peor, llevarlos al 36.  Y de algunos que andan por ahí de picos pardos, entre galgos o podencos. 

Tal vez, cuando caiga la venda, podamos empezar a pensar de nuevo,  desde la democracia, este mundo nuevo. Y una inteligencia social nueva que supere a la “izquierda” de una vez se plantee lo evidente: dar el paso, democráticamente,  hacia el Segundo Estado de Bienestar, que es la base para el desarrollo de la Sociedad Inteligente en este siglo.