Opinión

Ultracatólicos

En la reseña de un periódico de papel a la película “La Pasión de Cristo” que se proyectaba una vez más hace algunos días en un canal de televisión, se leía lo siguiente: “el ultracatólico Mel Gibson se decantó por este drama que recrea la pasión de Jesús de acuerdo con los Evangelios canónicos”. 

¿El calificativo ‘ultracatólico’ se usa ahí para prestigiar a aquél al que se le aplica o para desacreditarlo? Sin duda para lo segundo. Un ultra es un extremista, alguien que se aparta del sano justo medio, políticamente incorrecto, peligroso incluso. 

Se consideraba ahí ultracatólico a Mel Gibson por filmar una pasión de Cristo acorde con los evangelios, o lo que viene a ser lo mismo, por creer que es verdad lo que los evangelios dicen: que Jesús perdonaba los pecados y era Señor del sábado (se hacía igual a Dios), que resucitó al tercer día, que iba en serio lo de “tomad y comed, esto es mi cuerpo” etc. Pero si Gibson es ultracatólico por creer en la verdad de los evangelios, lo es tanto como los apóstoles Pedro, Santiago, Andrés … que difundieron la verdad de los evangelios, y como todos los mártires que, por afirmar esa verdad han sido asesinados (incluidos los que asesinó la izquierda española en 1936-39, y que hoy quiere borrar de la historia). O como San Francisco Javier y todos los santos que han hecho del núcleo de los evangelios el centro de sus vidas. O como todos los (de verdad) cristianos. 

Este hecho menor da sin embargo idea de cómo están las cosas, de la generalización de la apostasía, del anticristianismo imperante (el diario que publicó la reseña citada es en teoría conservador). Ahora sí es verdad lo de Azaña de que España ha dejado de ser católica. Y lo mismo Europa. No hace falta ser cristiano para sostener que el cristianismo y la filosofía griega crearon lo mejor de la civilización europea. Hoy el primero es denigrado y excluido como extremista y ultra, y la segunda abandonada; y los dos sustituidos por una mediocre baratija ideológica, el progresismo. De ahí la decadencia y la degradación de nuestras sociedades española y europea en tantos aspectos: en el demográfico, en el político, en el moral, en el espiritual. De ahí el consumismo vacío, la superficialidad, el gregarismo, la falta de sentido, la cobardía ...

¿A quién le cuadra el usar ‘ultracatólico’ con esa intención denigratoria? Sin duda, al progresismo hoy dominante. Es muy propio de su injustificada y necia soberbia emplear ese adjetivo para desprestigiar a los que creen en el evangelio de Cristo y no en los dogmas, en los mandamientos y en la “salvación” mundana/atea del “evangelio” progresista, que pretenden imponernos desde su falsa superioridad intelectual y moral. Los ‘ultracatólicos’ son quizás hoy el único o el mayor obstáculo que tiene el progresismo ateo en su empeño por conseguir una metamorfosis del hombre y de la sociedad, un “Mundo feliz”. La conseguirá si no nos oponemos.