Opinión

Religión, ateísmo y política

Hace no demasiado tiempo, en Alemania e Italia por ejemplo existía y gobernó la “Democracia Cristiana”, partido político basado en el humanismo cristiano, una ideología que reúne ideas sobre el ser humano, la vida, la familia, la enseñanza, la sociedad ... inspiradas en la visión cristiana del hombre. O sea que el cristianismo tuvo presencia en la política europea, y no perjudicó la calidad democrática: Alemania e Italia eran democracias homologables. Era bastante lógica esa presencia, porque además de una teología, hay una filosofía cristiana (uno puede adoptarla incluso no siendo cristiano, pues tiene muchas cosas de Platón y Aristóteles, precristianos), y es razonable que esa filosofía pueda inspirar una acción política. En España, ya antes de la democracia, hubo presencia del cristianismo en la izquierda: “Cristianos por el socialismo”, que después estuvo dentro del PSOE. Al llegar la democracia, no cuajó aquí la “democracia cristiana”, pero hubo partidos (PP y UPN) que asumieron como ideología propia el humanismo cristiano.

La cosa empezó a cambiar cuando la izquierda, siguiendo a Gramsci, difundió la idea de que la religión tenía que reducirse al ámbito de la vida privada y no debía tener presencia en el terreno de la política. Fue una idea totalitaria típica del marxismo, tramposa y falsa. Totalitaria porque buscaba el monopolio político echando al cristianismo de la política y haciendo a los cristianos ciudadanos de segunda, con menos derechos, y que ha tenido éxito. Tramposa porque si no se admite una política inspirada por el cristianismo, no hay por qué admitir tampoco la inspirada por el ateísmo. Y vaya si se admite. Como que es la política de esa izquierda gramsciana.

Se han dado argumentos contra la existencia de un partido de ideología cristiana. Se ha dicho que si un partido de derechas dice inspirarse en el cristianismo, lo está monopolizando indebidamente. No es cierto. Nada impide que haya un partido de izquierdas que se base en el cristianismo poniendo el acento en otros aspectos. En algunas cosas coincidirán y en otras no tanto. Se ha dicho también que una política inspirada por el cristianismo conllevaría una imposición inadecuada sobre los ateos, como si se impusieran creencias teológicas. Pero se puede decir exactamente lo mismo a la inversa. De hecho es la situación en la que nos encontramos. También, por ejemplo, que la Democracia Cristiana italiana acabó desapareciendo por sus corrupciones, y que eso perjudica al cristianismo. Pero si fuera así, la corrupción de los ateos debería perjudicar igualmente al ateísmo. Y si no ocurre esto, no vale la objeción.

Desde Zapatero, la política que hace la izquierda gramsciana en España es de inspiración atea. Pedro Sánchez y sus socios no disimulan su ateísmo, y la cosa no queda en el ámbito privado. Su política ha estado marcada por su ateísmo y su anticristianismo. Por ejemplo, la Ley de Memoria Histórica, que con su diferente forma de tratar y valorar los crímenes cometidos por unos y otros durante la guerra civil, significa que los asesinatos de sacerdotes, monjas y católicos por odio a la religión son irrelevantes. Que solo importan los asesinados que pertenecían al bando de Sánchez y compañía. Es una ley fruto de un ateísmo sectario. Más ejemplos: el ateo seudodivino español se considera a sí mismo señor y dueño de la vida y de la muerte, y en consecuencia afirma su derecho a matar fetos y a matarse, y aprueba la Ley del derecho al aborto y la de eutanasia. Eso sí, las dos cosas de manera cobarde, negándose a ver en una ecografía a quién mata, cómo, y el resultado de la matanza; y matándose sin sufrimiento, placenteramente. O en la educación, con Skolae y la Ley Celaá: los ateos gobernantes niegan ya a los cristianos hasta el derecho a que sus hijos reciban una educación acorde con sus creencias. Hay más ejemplos. Hace no mucho tuvo cierto eco la pregunta “¿Dónde están los cristianos (en España y en Europa)?”. Buena pregunta. ¿Dormidos? ¿Pasotas? ¿Acobardados? ¿La sal se ha vuelto insípida?