Opinión

La posverdad, pésimo síntoma

En los análisis de sangre, una cifra baja en alguno de los factores es síntoma de que nuestra salud no va bien, aunque en ese momento no lo notemos. Algo parecido pasa a nivel individual y colectivo con la verdad: si a una persona y a una sociedad la verdad no les interesa ni la buscan, o si la desprecian y la niegan y aceptan el triunfo de la mentira, estamos ante un síntoma que revela que la salud psicológica o espiritual de las dos están mal, aunque ni una ni otra sean conscientes de su grave enfermedad. 

Ocurre entre nosotros. Estamos instalados mayoritariamente en la posverdad o no-verdad y en el relativismo (no hay verdad universal, cada uno puede darse la “verdad” que le dé la gana), la verdad no interesa e incluso la mentira se impone y se acepta como si tal cosa. Muchos creadores de opinión lo reconocen y sin embargo no le dan la importancia que merece. Porque una vida vivida de espaldas a la verdad es una vida equivocada, fracasada, desperdiciada, infrahumana. Y algo parecido ocurre con una sociedad que vive mayoritariamente de ese modo. Va hacia el fracaso, la decadencia e incluso la muerte.

Todos conocemos muchos ejemplos: en la política, ETA blanquea su pasado falseándolo mientras Sánchez y Chivite reciben con ongietorris políticos falsamente democráticos en el Parlamento y en el gobierno a exetarras y golpistas. Se ocultan las cifras de violadores excarcelados como ocultaron los muertos en la pandemia y mintieron con los inexistentes expertos. Destruyeron el registro de las reuniones de Tito Berni en el Congreso. Han falseado las previsiones económicas, las cifras de paro (“trabajadores discontinuos”) y las previsiones de crecimiento. Gobiernan instalados en una falsa riqueza, aumentando de manera desenfrenada la deuda y llevándonos a un futuro imposible etcétera. Pedro Sánchez miente como un bellaco, y parece que no importa y que puede ser premiado por la sociedad de la posverdad con otro mandato. ¿Y qué diremos del postureo y de la falsa superioridad moral de los “progresistas”?

En la historia, los nacionalistas imponen visiones falsas de la historia y de la realidad (“España nos roba”), y lo mismo hacen las leyes de Memoria de Zapatero y de Sánchez. 

En la sociedad se está imponiendo y aceptando una antropología falsa, unas ideologías que conllevan el triunfo de la falsedad: es falso que el aborto sea una interrupción del embarazo y una operación a favor de la salud, porque acaba con la salud del feto matándolo. Es falsa la ideología de género porque la biología -la naturaleza- nos condiciona al darnos un cuerpo determinado, y no todo depende de la educación ni de la voluntad del individuo. La pretensión de la ideología “trans” de cambiar el sexo natural tiene bastante de autoengaño (en las competiciones entre atletas trans “mujeres” contra mujeres biológicas se ve su falsedad). También es falso que una unión homosexual sea tan natural, normal y valiosa como la heterosexual, porque en la naturaleza el sexo es para la reproducción de las especies y si la primera se generaliza la sociedad desaparece. Etcétera. Mal panorama.

Yendo más al fondo, no es casual que esta sociedad de la posverdad sea anticristiana o pase totalmente de Cristo, porque dijo “he venido dar testimonio de la Verdad” y “Yo soy la Verdad”. Los instalados en la posverdad han de aborrecerlo o pasar de Él porque eso es lo que hacen con la verdad. Y por el contrario, un cristiano que quiera ser un poco consecuente, tendrá que combatir todo ese cúmulo de falsedades.

No es la primera vez que todo esto ocurre. En la Grecia antigua, los sofistas Gorgias y Protágoras afirmaron ya el escepticismo y el relativismo: no hay verdad, o no hay verdad universal y cada uno puede decir que es verdad lo que le dé la gana, crearse una verdad a su medida. Fue un primer síntoma claro de decadencia, aunque afortunadamente Sócrates, Platón y Aristóteles reaccionaron y rectificaron el rumbo. 

Aunque no les lleguemos a estos tres a la altura de la suela del zapato, deberíamos imitarles y contribuir a la rectificación del rumbo, a la recuperación de la salud, del interés por la verdad, al rechazo de las falsedades y de los mentirosos.