Opinión

Otro Fausto

Los Faustos más famosos son el de Goethe y el de Thomas Mann (el mejor). El primero era un viejo que se sentía fracasado tras haber dedicado su vida al estudio y no a los goces del amor. Pactó con el diablo entregándole su alma para tener poder seductor. El de Mann era un compositor que pactó para tener poder creador. Una de sus últimas obras fue una “Antinovena”. Mann pensaba que la Novena de Beethoven era un canto de agradecimiento y de alabanza a Dios. La “Antinovena” de su Fausto sería su antítesis, una obra que decía “NO” al Creador, una música diabólica, blasfema. 

Hay otra historia de Fausto aún no publicada. El protagonista es un tipo actual, mediocre y muy ambicioso, que se afilia a un partido político y asciende y llega a presidirlo, pero jerarcas del partido adivinan en él a un trepa peligroso y lo destituyen. En ese momento pacta. Su pacto  recuerda a la tercera tentación de Cristo, en la que Satanás dijo ser el amo del mundo y ofreció a Jesús darle mediante el pacto lo mismo que este Fausto le pide: el poder si le adoraba, si le entregaba el alma (“todo esto te daré si, postrándote, me adoras”). A diferencia de este Fausto actual, Jesús rechazó el pacto, y en la hora en que se jugaba su vida dijo que su Reino no era de este mundo, justo lo contrario de lo dicho por Satanás. El diablo resulta ser así la antítesis de Jesús, el anticristo, lo mismo que el nuevo Fausto, que quiere lo que Jesús no quiso -el poder-, y acepta el pacto que Jesús rechazó. 

En el momento del reciente pacto, Mefistófeles (Satanás) parodia en plan burlón a Jesús y dice al nuevo Fausto “tú eres Pedro, y sobre esta piedra construiré mi reino”. A partir de ahí se dispara el éxito. Fausto-Pedro recibe ayuda de poderosos tipo Soros y llega a presidir de nuevo su partido y después su país. Mefistófeles, príncipe de la mentira, le ha concedido el poder de mentir de forma eficaz, de modo que la mentira es su hábitat y la herramienta para acceder al poder y mantenerlo. Obviamente, el nuevo Fausto es un tipo inmoral para el que no hay líneas rojas y todo está permitido. No es un dictador carnicero tipo Lenin o Hitler, ni un caudillo bananero, sino un tipo atractivo, telegénico al que se le ha dado el poder de seducir a las masas mediante la propaganda y mintiendo con desfachatez pero con eficacia. 

Así como el pacto le llevó al Fausto de Thomas Mann a componer la “Antinovena”, le lleva a Pedro-Fausto a construir una sociedad regida por el antiPadrenuestro (“venga a nosotros nuestro reino de este mundo, hágase en él nuestra voluntad”), un “paraíso” regido por los mandamientos de Mefistófeles (Benedicto XVI dijo que el diablo aborrece a España por su historia cristiana y quiere acabar con ella): “constrúyeme un Reino que excluya a Dios”, “fomenta el egocentrismo y hazlos creerse Señores de la Vida y la Muerte con derecho al aborto y al suicidio”, “borra en ellos todo sentido de transcendencia y de culpa, que no se arrepientan de nada””, “haz que den culto al cuerpo”, “instaura el sexo para el placer sin reproducción”, “exalta las sexualidades no reproductivas”, “haz que desprecien la ley natural”, descalifica el amor heterosexual y la familia natural”, “devalúa la maternidad”, “acaba con la inocencia infantil obsesionándolos con el sexo”, “impide que los hijos reciban educación acorde con las convicciones paternas”, “da bajo nivel educativo a las masas y manipúlalas para que me obedezcan” etc. 

En el pasado hubo personajes que encajaron en el tipo del poderoso diabólico: Nerón, considerado un anticristo por los cristianos, Atila, “el azote de Dios”, los jerarcas comunistas y nazis y sus “paraísos” diabólicos. Hoy, Fausto-Pedro ha cumplido su parte del pacto. En las próximas elecciones, nuestro voto debe ser un ritual de exorcismo que  expulse del gobierno al Fausto y con él al señor al que sirve.