Opinión

Las carcajadas

Merece la pena ver el vídeo de las carcajadas de Pedro Sánchez en la primera sesión de su investidura, burlándose repetidamente de Feijoo por haber dicho en su fallida investidura que, teniendo más votos, él podía haber sido presidente si hubiera concedido a los independentistas todo lo que les va a dar Sánchez. Le salieron (las carcajadas) de lo más hondo de su fondo abyecto. El grupo socialista le hizo coro entusiásticamente.

¿De qué se burlaba jactándose? De la verdad y de la decencia. Él y su coro nos habían mentido rechazando la amnistía, y Feijoo había dicho la verdad, podía haber sido presidente de haber comprado, como él, los votos de los enemigos de España. La cosa iba de tener o no principios, vergüenza, decencia. Sánchez no tiene nada de eso y está dispuesto a lo que sea para conseguir sus objetivos. Todo está permitido para él (“si Dios no existe, todo está permitido”, dijo Dostoyevski). Ese burlarse de Feijoo era decirle “eres un pardillo por tener principios. Mira a qué conducen: tú a dos velas y yo presidente teniendo menos votos que tú”. Y era decirnos a todos “y si a vosotros os importan también la verdad y la decencia, que os den. A mí me la sudan”. La cámara enfocó a Feijoo. Tenía cara de estupor, como quien no de crédito. Con razón. Fueron las carcajadas de un psicópata, una ostentación de maldad casi demoníaca. Habría que enseñar el vídeo en Europa. Las risotadas de los diputados socialistas mostraron que también se burlan de la verdad y de la decencia, que no hay ni uno solo veraz ni decente.

Abrimos un paréntesis: esas carcajadas presumiendo de no tener principios y burlándose de Feijoo por tenerlos, tienen un paralelo en Navarra cuando Chivite presume de pactar con la extrema izquierda y con los enemigos de la Navarra foral y española y de España, y “acusa” burlonamente a UPN de no saber pactar. También presume ahí de su indecencia. En su caso sin risotadas, es más hipócrita; pero Alzórriz se carcajea también de la decencia de UPN. Igual indecencia en cualquier caso. Cerramos el paréntesis.

Fueron además (las carcajadas) una burla a la decencia de la media España que no está dispuesta a humillarse ante el separatismo catalán, ni a aceptar su golpe de Estado amnistiándolo, ni la mentira como base de la política (todo en él sigue siendo mentira: los motivos con los que su ley “justifica” la amnistía son otra exhibición de falsedad, de indecencia); ni la eliminación de España como nación, de su unidad, de la igualdad de los españoles, de la separación de poderes; ni la instauración de un sistema autoritario etc.

En esto último estamos. La amnistía del 77 se dio para reconciliar y abrir la puerta a la democracia. La de Sánchez, para enemistar y abrirla a un sistema neodictatorial. Ha reconocido que sus pactos son para que no gobierne la derecha. Ése es un objetivo central y el motivo de la amnistía y de todo, y es parte de la neodictadura: ya no hace falta prohibir los partidos rivales o impedir que se presenten a las elecciones. Eso “canta” mucho, y en Europa hasta la enamorada Úrsula Von der Leyen podría hacer un mohín de desagrado a su Pedro. Basta con impedir de hecho la alternancia política, y someter a los jueces (el Constitucional incluido) para que den luz verde a los dictados del que se carcajea de la decencia. Apariencia de democracia, pero neodictadura de facto. Ni hace falta prohibir los medios críticos. Basta con acogotarlos económicamente y con utilizar sin escrúpulos las televisiones más influyentes.

Sus carcajadas fueron las del chulo matón que presume en la taberna de sus fechorías. Chulo matón con un poder casi total. Dan asco y miedo. Y media España le aplaude y le vota. Como para no defenderse y seguir echándose a la calle.