Opinión

Heroísmo

Los rasgos generales de su vida se repiten en otras muchas mujeres. Los particulares la hacen más admirable. Sudamericana, menor de cuarenta años, trabaja como interna cuidando a un matrimonio mayor, en este caso en un pueblo del Norte de Navarra de unos cien habitantes. Salvo un período corto para airearse libremente, el resto del tiempo del día es de trabajo, no es propiamente suyo sino de otros. ¿Recuerda esto algo a una casi esclavitud? Separada. Dos hijos, una de 17 años y otro de 11. Seis años en España. Le gustaría volver en el mes de vacaciones para estar con los hijos, pero lleva seis años sin hacerlo. El ex no ayuda económicamente. Los fines de semana baja a Pamplona, donde tiene alquilada una habitación que comparte con otra mujer en parecida situación, porque es la forma de que “le salgan los números”. ¿Y el derecho a la intimidad? Le gustaría traerse al pequeño, al que podría nacionalizar, pero cree que no podrá. Necesitaría un piso en alquiler para que le dieran luz verde y no puede. Tendría que cambiar el trabajo de interna por otro de ocho horas y tampoco puede. Si es así, damos cobijo, alimento y ayuda económica a los menores “menas” que vienen ilegalmente, pero no al que podría venir legalmente. Disparatado.

¿Hasta cuándo esa vida? Es el único modo de dar estudios universitarios a los hijos y faltan diez u once años hasta que el pequeño pueda acabar. No podría hacerlo en su país, su sueldo allí no se lo permitiría. País pobre -Nicaragua-, con años de gobierno filocomunista incapaz de mejorar el nivel de vida y muy capaz de sofocar las libertades. 

Si uno se compara con ella, se ve muy por debajo en muchos sentidos. Por su valor para jugar la partida de la vida con tan malas cartas. Por su heroísmo al echar sobre su espalda la tarea de dar un futuro mejor a sus hijos. Por su sentido de la familia y su generosidad. Por su fortaleza y sacrificio para soportar esa vida. Hace medio siglo o algo más, los españoles teníamos esas virtudes, por ejemplo cuando muchos emigraron a Alemania y a otros países en busca de lo que esta mujer busca ahora aquí. Pero la sociedad de consumo y cierta opulencia colectiva han arrasado ese tipo de virtudes. Muchos somos antihéroicos, débiles, blandos. 

También es mucho más valiosa que su exmarido. E igualmente más valiosa que las empoderadas tipo Adriana Lastra, Irene Montero, Belarra etcétera. Lo de éstas tiene mucho de postureo y palabrería, y lo de aquélla es auténtico. No parece además que estas adalides del feminismo se interesen por la situación vital injusta de estas víctimas del machismo. 

Esa mujer y otras como ella son heroínas anónimas. Si nos pareciéramos a ellas seríamos mejores. En algunos países se admira el heroísmo y se reconoce a los héroes anónimos con monumentos, por ejemplo a los soldados desconocidos. En el nuestro no. Predomina el antiheroísmo. Y hablando de heroísmo anónimo podemos recordar que nuestros antepasados carlistas decían “ante Dios nunca serás un héroe anónimo”. Esperanzador pensamiento que sin duda estimuló su probado heroísmo. Quizás nuestra incapacidad para el heroísmo esté ligada al ateísmo dominante. No sabemos si esa mujer espera en Dios, pero merece algo que nunca tendrá aquí, que en un juicio final sobre su vida se le reconozca su heroísmo y se le premie.