Opinión

Fútbol, finales de la Copa del Rey

Llevamos muchas en las que uno o los dos clubes finalistas son catalanes, vascos o el año pasado navarro, muchos de cuyos hooligans son antiespañoles y sin educación, y al comenzar el partido gritan y pitan al Rey y al himno nacional. 

Este año, en las semifinales, queríamos que perdiera la Real Sociedad (nombre que demuestra lo españoles que se han sentido en el pasado los vascos hasta que no apareció el virus Sabino Arana), y en la otra que perdiera el Bilbao, pues hemos visto cómo se comportan muchos de sus forofos. Hubo suerte en la primera, pero no en la segunda, y ha vuelto a pasar: pitos y gritos y no pasa nada. En España no se toleran en los campos de fútbol gritos ni expresiones ofensivas contra los negros. Sí contra los españoles y sus símbolos. 

Los hooligans antiespañoles acuden en masa a la final como si la considerasen muy importante. Parece contradictorio, porque si desprecian y aborrecen al Rey y a España, habría esperar que pasasen de la Copa. Quizás les interesa sobre todo para sentir, autoafirmar y exhibir su superioridad racista y montar su número de antiespañolismo. 

Televisión Espantosa no sólo no ha condenado nunca los hechos, sino que ni se atrevió a reflejarlos el pasado sábado: “acaba de sonar el himno. Parte del público ha tenido la reacción que ustedes han visto”, dijo el locutor.

Los clubes cuyos forofos pitan y gritan al Rey y al himno nunca han hecho ni dicho nada ni antes ni después de las finales (se dice que el Bilbao ha pedido que este año no se pite). Son cómplices por tanto, como lo fue la directiva de Osasuna el año pasado (alguien la definió acertadamente como “pantalón gris”, que va bien con todo). 

Los directivos de la Federación Española de fútbol, otro tanto. Y el PSOE en este caso en el gobierno de Madrid y el PP en el de Andalucía, lo mismo, silencio y pasividad cómplices. Sorprendentemente, Urkullu pidió este año que no se pitase. Estuvo bien, aunque hubiera estado mejor no haber esperado a su salida de la política. El alcalde de Bilbado en cambio (típica miseria y deslealtad marca PNV) bendijo que cada cual hiciera lo que le diese la gana (los vascos, como seres superiores, tienen sólo derechos, no deberes). Otros partidos (abertzales, podemitas) disfrutan mucho con los pitos, y otros (UPN, VOX), silencio.

En resumen, que al Rey se le deja solo también aquí, y sufre la humillación aparentando ser sordo. ¿Debe someterse y tragar, como en lo de firmar leyes anticonstitucionales tipo la de amnistía? A diferencia de lo que ocurre con las leyes, no parece que esté legalmente obligado a tragarse este sapo. Podría expresar su rechazo a esos comportamientos. Se lo agradeceríamos como le agradecimos el discurso de condena del golpe secesionista catalán. Si lo hiciera, seguramente se acabaría poniendo en marcha un procedimiento para evitar esa manifestación de odio a todos nosotros en el futuro. Más que prudencia, su silencio parece cobardía. 

Por unos y por otros somos un país sin dignidad que se deja insultar y humillar hasta por gentecilla o gentuza que no merece respeto porque no respeta. Nos mean encima y decimos que llueve, ¿Masoquismo? ¿Cobardía? ¿Estupidez? En ningún otro se toleraría, y aquí no debe tolerarse.

¿Qué podría hacerse? Hace unos días se publicó en un periódico una carta que proponía una medida interesante para acabar con esta vergüenza: avisar previamente de que, si se pita o grita al himno y al Rey, se suspenderá el partido, y la final se hará al día siguiente a puerta cerrada como en la pandemia. Buena medicina, si no hay otra mejor, contra la estúpida pandemia de antiespañolismo que padecemos. Deberíamos recetarla.