Opinión

El falso patriota, los antipatriotas y la matriota

En los días previos a la salida de Ferrovial de España, Sánchez presionó a la empresa y la amenazó como hacen los gobernantes en los países bananeros en los que no hay seguridad jurídica, es peligroso invertir y es mejor marcharse antes de que sea demasiado tarde. Además la tachó de antipatriota cuando dijo “la patria no es sólo hacer patrimonio, es ser solidario, arrimar el hombro, ayudar cuando tu país te necesita”. Palabras bonitas y seguramente verdaderas, pero que en boca de Sánchez resultan un sarcasmo, una burla, otra mentira, porque sólo puede decirlas sin mentir alguien a quien le importe España. Pero España está en peligro de ruptura por los separatistas vascos y catalanes, y Pedro Sánchez, no defiende a esa patria en peligro, no se enfrenta ni trata de derrotar a los que quieren romperla, sino que va de su mano, gobierna con ellos, los mima, les favorece. Les ha indultado sin que siquiera lo pidieran, sin una mínima apariencia de arrepentimiento; al contrario, presumiendo de que volverán a hacerlo. Ha eliminado el delito de sedición y ha rebajado el de malversación. Ha logrado así que a los antiespañoles les resulte más fácil seguir intentando romper España. Todo esto sólo puede hacerlo alguien que no es un patriota sino un falso patriota, un farsante, un antipatriota en realidad.

Al Rey Sol se le atribuye lo de “El Estado soy yo”. Al ególatra Sánchez le podemos atribuir sin equivocarnos lo de “La patria soy yo”. Si le ha cabreado que Ferrovial se marche es porque su salida difunde el mensaje de que, con él de jefe de Gobierno, España no resulta fiable, carece de seguridad jurídica; y eso daña su imagen y le resulta insoportable. Es un nuevo Dorian Grey: la imagen que muestra al exterior seduce a Ursula von der Leyen, a Soros y a otros megarricos y poderosos (no a Biden, que parece que lo tiene calado): es guapo, progresista, feminista, europeísta, globalista, abortista, forodedavosísta, agendaveintetreintaísta y loquehagafaltaísta. Sin embargo, su retrato verdadero va siendo cada vez más feo e insoportable, más lleno de mentiras y de trapacerías propias de un sátrapa e impropias de un demócrata. Y quizás está empezando a verse este retrato verdadero. Por ejemplo, Bruselas ya ha declarado a España país de alto riesgo a medio plazo por la deuda que el falso patriota sigue multiplicando porque le importa su propio futuro y no el de España.

Tuvo su lógica que el falso patriota eligiera como Vicepresidente a Pablo Iglesias, antipatriota que quiere la ruina de España y la aborrece, a ella y a sus símbolos: el himno nacional es para él una “cutre pachanga fachosa”. Amar a España es para la extrema izquierda ser fascista. Ocurre en la izquierda extrema de manera extrema lo que viene ocurriendo en casi toda la izquierda española tras el franquismo. A diferencia de la izquierda de la república, que amaba a España, la posfranquista cometió el error de creer que ir de antifranquista requería despreciar a España y avergonzarse de ser español (decir por ejemplo “este país” para no decir “España”): algo que no tiene nada que ver ni con el pesimismo del noventa y ocho ni con el internacionalismo proletario.

Para que no nos falte de nada tenemos también el antipatriotismo feminista de Irene Montero y su corte de obsesas sexuales. Para ellas, el patriotismo sería machista (patria/patriarcado), algo propio del heteropatriarcado y con lo que por tanto hay que acabar. La también antipatriota y feminista Vicepresidenta Yolanda Díaz ha superado el patriotismo y propugna el matriotismo, un concepto “chulísimo”: la matria sustituye a la patria. Antipatriotismo cursi. ¿Nos merecemos todo esto?