Opinión

El filósofo Sánchez

Sánchez y sus 390 (800 según el PP) asesores saben que tiene fama justificada de mentiroso. Los asesores debieron de pensar que le convenía aparentar interés por la verdad, pues dijo en El País (periódico a su servicio) una frase con apariencia filosófica: “la verdad es la realidad”. Vemos qué trataba de conseguir con ella, viendo la frase en su contexto: «Lo más relevante es saber que en la vida como en la política la verdad es la realidad. Hasta que no haya una convocatoria electoral y sepamos exactamente cuál es la realidad, la España real es la que votaron los españoles el 23 de julio. Y después, más de 50 diputados pidieron al PSOE que para superar definitivamente las causas judiciales que aún atenazan no a los dirigentes de una organización política u otra, sino también hasta incluso a funcionarios que se vieron atrapados en los tristes acontecimientos del pasado 1 de octubre de 2017 teníamos que hacer una ley de amnistía». Como se ve, no trataba de filosofar sobre la verdad, sino de justificar su ley de amnistía, naturalmente no diciendo la verdad. Porque decir la verdad es decir lo que pasa en la realidad, y lo que ha pasado en este caso y Sánchez no dice, es que, antes de las elecciones de julio, declaraba que la amnistía era inconstitucional e inaceptable, y que después ha afirmado lo contrario para comprar votos para ser presidente. Nuestro mentiroso dice una cosa si le conviene. Si después le conviene decir o hacer lo contrario, lo dice y lo hace. El principio de no contradicción es una verdad fundamental. Pues resulta que ni siquiera respeta esa verdad fundamental y se contradice con total desvergüenza.

Nos miente también al decir “la verdad es la realidad”, porque para él, la verdad no es eso. La frase que refleja lo que es la verdad para él es: “la verdad es lo que es útil para mí”. Antes no le era útil defender la amnistía. Ahora sí. Si fuera filósofo, sería un utilitarista egocéntrico y -se verá- amoral. Lo de “la verdad es la realidad” significa también en su caso que cuando dijo que la amnistía no era constitucional, fue una realidad que lo dijo, luego eso era la verdad. Y que, como después ha dicho que es constitucional, es una realidad que lo he dicho, y por tanto esto es ahora también la verdad. Es decir, la verdad es en cada momento la realidad que él crea al decir y hacer; es lo que él dice o hace. La verdad es él. El ególatra pretende crear él la verdad cambiante según su capricho.

Para alguien con conciencia moral, la verdad existe independientemente de él y es un límite que debe respetar, no debe mentir. Para Sánchez no, no hay límites. Ni es un límite la verdad, ni son un límite el poder legislativo ni el poder judicial en su acción de gobierno. Tiene vocación o tendencia a ser un dictador, pues lo propio de los dictadores es rechazar esos límites y que la verdad sea lo que ellos ordenan.

Es sabido que el nazi Goebbels decía que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad. Como Sánchez, se creía con derecho a crear la “verdad“ que le era útil, y sus órganos de propaganda repetían sus mentiras convirtiéndolas en verdades para muchos. Como Sánchez. Está también en la línea de inhumanas distopías como “1984” o “Un mundo feliz”.

Volviendo a lo filosófico, Sánchez no es ni socrático, ni platónico, ni aristotélico … ni filósofo, pues no busca la verdad. Es un sofista tipo Gorgias que busca sólo el éxito y el poder. Obviamente está también en las antípodas de Cristo, viene a ser una especie de anticristo, pues Cristo dijo “yo soy la verdad” y -se ha visto- este vanidoso pretende lo mismo, y la verdad de aquél y las chapucerías de éste son incompatibles. Además, aquél dijo “para esto he venido, para dar testimonio de la verdad”, y dar ese testimonio le costó la cruz. ¿Alguien imagina a éste sufriendo martirio por dar testimonio de la verdad?

Si el mentiroso recibe muchos votos en las elecciones, es que a muchos tampoco les importa la verdad, que viven no teniéndola en cuenta, cerrando los ojos no sólo a la verdad sobrenatural, sino también a la verdad de la deuda enorme, del invierno demográfico, del multiculturalismo insostenible, del aborto ..., a las mentiras de Sánchez. Todo ello, síntoma de una sociedad decadente.