Opinión

El escándalo

Escandalizamos cuando nuestras palabras y actos influyen sobre otras personas, y en lugar de dar buen ejemplo y ayudarles a vivir en la verdad y el bien, hacemos lo contrario. En los evangelios de San Marcos y San Mateo se lee algo muy parecido a lo siguiente del evangelio de San Lucas: “Es imposible que no haya escándalos, pero ¡ay de aquél por el que vinieren! Le iría mejor si le pusieran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Andad pues con cuidado” (17,1).

Es obvio que Jesús consideró al escándalo una acción mucho más grave que por ejemplo el adulterio, ya que a la adúltera no le dijo “átate una piedra de molino al cuello”, sino “yo tampoco te condeno”. Además, no guardó silencio ante los escándalos, sino que los denunció. Muchas de sus críticas a las autoridades religiosas judías (lo de sepulcros blanqueados, lo del korban, la parábola del samaritano, lo de los mercaderes en el Templo …) son eso, denuncias de escándalos. 

Hace poco, los medios laicos publicaron que el Papa, cuando fue visitado por Biden, le dijo que podía recibir la comunión, siendo público y notorio que Biden apoya, promueve y financia la realización de abortos. Algún medio más filocatólico dijo que era Biden el que había dado la supuesta noticia, y que el Vaticano ni la había confirmado ni desmentido. Otros más marcadamente eclesiásticos taparon con silencio el asunto. 

Resulta incómodo escribir sobre esto porque uno no es nadie, porque es de los “pequeños”. Pero ocurre que no escriben ni hablan los que deberían hacerlo, los de la jerarquía, aunque su obligación es guiar a la Iglesia por el camino abierto por el fundador. Por otra parte, está también aquello de que “el que esté libre de culpa que tire la primera piedra”. Si lo que sigue se pareciera algo a tirar una piedra, uno debería hacer mutis por el foro como en el caso de la adúltera. Pero no lo es, y además el que calla otorga, y el que calla ante el escándalo, incluso si es “pequeño (más si es “alto”), en cierto modo se hace cómplice.

Alguien aconsejó leer de corrido cada evangelio. Tenía razón. Si se hace, se tiene una idea de la persona de Jesús y de su mensaje, y se ve que es imposible que pudiera tener como discípulo a un constante promotor de abortos. Seguramente consideraría la política proabortista de Biden como un escándalo y le diría lo de la piedra de molino. Siendo fiel al Maestro, la tradición de la Iglesia ha condenado el aborto, y en los números 2270-2275 del Catecismo se habla de él de manera clara. Un par de ejemplos: “tanto el aborto como el infanticidio son crímenes abominables”, y “quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae”. El excomulgado no puede comulgar.

Si el Papa dijo al abortero Biden que puede comulgar (es difícil creerlo porque suele condenar claramente el aborto), resulta que, para el Papa, ser autor intelectual y económico de ese “crimen abominable” es perfectamente compatible con ser un seguidor fiel de Jesús. En tal caso, tenemos al representante máximo de Jesús apartando a los discípulos de las enseñanzas del Maestro y de la tradición de la Iglesia. Estamos ante un escándalo grave. Y el silencio de la jerarquía y de los medios católicos son también un escándalo (más si el Papa dijo eso a Biden, pero también si no lo dijo), porque el que calla otorga, y al callar confunden y equivocan a los seguidores de a pie de Jesús (a los “pequeños”) sobre cómo debe vivir un cristiano. 

En la historia de la Iglesia ha habido Papas ejemplares y Papas que han escandalizado con su vida, pero en general no con su doctrina. Este segundo escándalo es peor. ¿Juan Pablo II o Benedicto XVI le habrían dicho a Biden que podía comulgar? ¿Habrían callado (y otorgado) si Biden se hubiera inventado esas palabras?