Opinión

Egocentrismo antinatural “progresista”

Cuando hay peligro de desaparición de alguna especie, por ejemplo las ballenas, se movilizan los biólogos, los ecologistas y los medios de comunicación para protegerla y evitar su extinción, y nos parece bien que así se haga. Pero si se trata de una ballena individual, lo natural es que en cierto momento desaparezca. Según esto, la supervivencia de las especies es más acorde con la naturaleza y más valiosa e importante que la de los individuos.

Una perogrullada: la supervivencia de las especies animales se consigue mediante la sexualidad. Y dado que es más importante la conservación de la especie que la del individuo, es como si la naturaleza ofreciera a los individuos la dulce” trampa” del placer para que caigan en ella y las especies continúen existiendo. Sin embargo, en los vegetales la cosa está desvinculada del placer y no es propensa al egocentrismo.

Si, debido por ejemplo a una mutación, las ballenas macho pasasen a aparearse con las de su mismo sexo y las hembras con las hembras, la especie desaparecería, lo que -hemos visto- sería un fenómeno negativo en la naturaleza. Y si las cosas son así, ¿habría que calificar a la aparición de estas nuevas tendencias sexuales como un hecho positivo, valioso y natural o, por el contrario, como lamentable y antinatural? Según lo visto, del modo segundo. Y si estas nuevas ballenas se proclamasen orgullosas de su sexualidad, habría que decirles que su orgullo es equivocado, no es acorde con la naturaleza, y es propio de individuos que se consideran a sí mismos más importantes que la especie; en definitiva, propio de un egocentrismo antinatural.

Supongamos ahora que no fueran todas, sino tan solo parte de las ballenas las que tuvieran esa nueva atracción sexual y que unas se unieran sexualmente con las de su mismo sexo y otras se aparearan de manera heterosexual. ¿Habría que considerar igualmente valiosos a esos dos tipos de apareamiento, si las primeras no contribuyen a ese fin natural y superior que es la conservación de la especie y las segundas sí? Parece que las uniones sexuales más valiosas deberían ser las que sí contribuyen a la conservación de la especie. Pero si, pese a ello, las ballenas homosexuales exigieran que sus apareamientos fueran considerados tan valiosos como los heterosexuales, estaríamos ante un nuevo ejemplo de individuos que se consideran más importantes que la especie, de egocentrismo antinatural. Y si las ballenas de por ejemplo el golfo de Méjico decidieran que en su “sociedad” eran igualmente válidas unas y otras uniones, habría triunfado en esa sociedad ballenil el egocentrismo antinatural.

Volvamos al final del párrafo segundo: ¿y si las ballenas heterosexuales dijeran “queremos tener el placer sexual pero sin tener ballenatos, sin contribuir a la continuidad de la especie”? Pues más de lo mismo: un nuevo ejemplo de egocentrismo antinatural, de individuos que se consideran a sí mismos y a su placer más importantes que la especie, que la ley de la naturaleza. ¿Y si añadieran que si hay embarazo tendrán derecho a matar al futuro ballenato en el seno materno, o sea que esa matanza es algo bueno y por eso es un derecho? Pues peor: mucho más egocentrismo antinatural y gran inmoralidad.

Si donde pone “ballenas” ponemos “seres humanos”, el lector puede poner más ejemplos y sacar sin duda la conclusión de que somos la especie y la sociedad más egocéntrica y antinatural de la naturaleza y de la historia. Pero a quienes se oponen a ese egocentrismo antinatural, los jerarcas políticos que se autodenominan progresistas (Sánchez, Belarra, los bildutarras, Chivite, De Simón, Barkos…) les persiguen por falsos delitos de fobia y de odio. Su progreso es el del egocentrismo antinatural y el de la inmoralidad.