Opinión

Deuda de crianza

En la tragedia de Esquilo “Los siete contra Tebas”, Eteocles, hijo de Edipo y rey de Tebas, informa al pueblo de la situación de la ciudad (Tebas) sitiada, de la necesidad de defender sus siete puertas y de los nombres de los seleccionados para esa defensa. Para que sus oyentes mantengan el ánimo, añade que los seleccionados están dispuestos a pagar su deuda de crianza. Buena expresión. En su mejor época, los griegos pensaban que su patria, en este caso Tebas, les había criado, les había posibilitado llegar a ser lo que eran, y que tenían por eso una deuda de crianza con ella, una obligación: defenderla de quienes quisieran acabar con ella, incluso perdiendo su vida.

Un país con esa idea interiorizada por sus ciudadanos es un país con futuro, con salud, con fuerza. Nos iría mejor si los programas de enseñanza inculcaran este tipo de ideas en los niños y jóvenes en lugar de (Skolaes varios) hipersexualizarles, encaminarles a dudar de su sexualidad, a ver guay la homo (orgullo gay) o la polisexualidad y sospechosa o culpable la heterosexualidad, a creer en un falso derecho a matar fetos humanos, en la irrelevancia del sexo dado por la naturaleza y en su “derecho” a cambiarlo etcétera. También nos iría mejor si los adultos imitásemos a aquellos tebanos y asumiéramos nuestra deuda de crianza con España, nuestra obligación de defenderla contra quienes pretendan destruirla.

Hoy los que quieren destruirla no están fuera sitiándonos como en el caso de Tebas, sino dentro. Presumen incluso de ello. Son Esquerra, Junts, la CUP, Bildu (y de otro modo Podemos) que lo confiesan abiertamente, y son los no tan sinceros Geroa y PNV. Y al aliarse con ellos, son Sánchez y Chivite. Lo dejó claro Otegui: necesitan a Sánchez para realizar su proyecto (y a Chivite para su proyecto sobre Navarra). Y son el PSOE y el PSN que aplaudieron esa política en sus recientes congresos. Pagar nuestra deuda de crianza consiste en luchar contra ellos con dos o tres armas: las palabras, las ideas y el voto.

Sócrates también asumió que tenía esa deuda de crianza con su patria Atenas. En el diálogo “Critón”, Platón presentó a Sócrates en la prisión, ya condenado a muerte y esperando para beber la cicuta a que volviera un barco de un viaje ritual a Delos (estaban prohibidas las ejecuciones durante ese viaje). Sus discípulos le propusieron fugarse y exiliarse. Se negó y en su argumentación les habló de las leyes de Atenas. Personificándolas, dijo que, si huyera, las leyes le dirían que ellas le habían traído al mundo (al haberse casado sus padres bajo ellas), le habían criado y educado. Que por tanto era un hijo de las leyes (buena expresión). Que las había aceptado al aceptar vivir bajo ellas. Y que huir sería una grave injusticia, casi un parricidio. En lenguaje de Esquilo, reconoció que tenía la deuda de crianza con ellas y que estaba moralmente obligado a pagarla respetándolas y haciendo que se cumplieran. Debía por tanto tomar la cicuta.

Como Sócrates, nosotros tenemos una deuda con la ley de leyes española, la Constitución. Los menores de 43 años, deuda de crianza. Los mayores, deuda por haber vivido bajo su amparo 43 años en democracia. Convendría exigir a todos como condición para ocupar un cargo político que se sepan la lección de Esquilo y Sócrates y que acepten pagar la deuda (de crianza o de la otra). Muy especialmente a los que no cumplen la Constitución y buscan acabar con ella (independentistas, golpistas, podemitas, sanchistas…).

Por cierto, ¿celebrará Chivite el día de la Constitución con sus socios abertzales? ¿Quizás decapitando y derribando una estatua del Rey como el año pasado?