Opinión

Vuelta a Londres

El PP está promoviendo una nueva Ley del Aborto que nos retrotrae a los tiempos en los que 'la gente bien' escapaba

a Londres, 'a limpiar su buen nombre'.



Aquella etapa, ya superada hace décadas, podría volver cuando se apruebe y entre en vigor el anteproyecto que ahora promueve el Ejecutivo de Rajoy, que ceñirá el derecho al aborto a los casos de violación y a los de riesgo de salud de la Madre, obligando a la par a los profesionales a 'confesarse' al respecto y decidir su viabilidad colegiadamente.



Por otro lado, y lo que es aún peor, desaparecerá el supuesto de discapacidad y malformaciones del feto, en un afán moralmente comprensible pero inhumanamente viable, mediante el que se deberá seguir adelante con esos "renglones torcidos de Dios", en la que será una de las mayores cesiones a las posturas más antiabortistas de la sociedad.



Una cosa sí que han planteado bien. En buena lógica, las menores deberán contar con el permiso de padres o tutores, ante una decisión, un paso, realizado otrora demasiado a la ligera. Las más de las veces, como una acción considerada vacía de contenido personal, cuando se trata de parar una vida que comienza.



Y lo más triste, es comprobar el caos demográfico en que está sumida esta sociedad opulenta, más preocupada de modas y fetiches que del vital y natural relevo que suponen los vástagos.



Y mal vamos, desde luego, ya que en lugar de promover la natalidad, desde el consenso y con inteligencia, se crean con ello nuevos frentes ideológicos, vacíos de contenido y sentido.