Opinión

Violencia verbal en los campos

A estas alturas no nos vamos a rasgar las vestiduras. “Puto negro” suena tan mal como “cabrón” o “hijo de puta”. El caso de un niño de 11 años, de color, que ha recibido el citado insulto en más de una ocasión en los campos de fútbol de la ribera es deplorable, no tanto por el tipo de vejación -ya que dudamos de que los niños de esa edad sean racistas, a no ser que lo mamen en casa- sino por lo que encierra esta actitud. Los niños son el reflejo de sus padres, y los campos de fútbol de las categorías inferiores se miran en el espejo de los terrenos de juego en los que los entrenadores de grada se despachan a gusto con los jugadores, árbitros y demás personal técnico, haciendo gala de una violencia verbal inaceptable. El caso de este niño, haya sido o no realmente objeto de racismo, ha venido al pelo para sacar a la palestra el soterrado tema de lo que ocurre en esos campos “infantiles”, en los que algunos padres demuestran que no han enviado ahí a su hijo para hacer deporte y aprender a perder, sino para triunfar a costa de lo que sea; una postura que, aunque parezca mentira, crea ansiedad en los niños, de cuyas bocas también salen los improperios que les han enseñado sus progenitores.