Opinión

Un país con muchos nombres

Escribo este artículo cuando todavía está de cuerpo presente la última víctima del fanatismo vasco: Don Ignacio Uria. Me sobrecoge la noticia de que sus compañeros de partida de cartas prosiguieron como si nada, cuando a pocos metros yacía sin vida su hasta ayer compañero.

Para más inri, cae en mis manos la revista Plaza Nueva en la que encuentro un artículo titulado: ¿Un país sin nombre?, dentro de una sección denominada “La perdiz mareada”. Varias veces he leído artículos de este jaez. Unas veces recurriendo a mitologías y otras veces recurriendo a partes sesgadas de la Historia, pretenden convencernos de algo que sólo en sus mentes existe. En este caso trae a colación al que denomina genio innovador Sabino Arana. La persona que conozca un poco la trayectoria de este “genio innovador” no podrá por menos que sonreír. Este personaje unas veces apoyaba al ultra catolicismo español y otras al nacionalismo incipiente, eso si, siempre con unas dosis de fanatismo exacerbado que asusta. Estos cambios tan bruscos de manera de pensar, ¿se deberían a sus reiterados problemas gástricos?

El autor titula el artículo: ¿Un país sin nombre? Sugerente título. Me he molestado en recoger los nombres con los que designa esa entelequia, (ser o cosa inexistente, según acepción enciclopédica). Para ser un país sin nombre ya tiene unos cuantos. Ahora comprendo porqué llama a su sección “la perdiz mareada”. Los cito a continuación: Euskadi, Euskal Herria, Nación Vasca, Vasconia, Wasconium Nationem, Cantabria, Nación Bascongada, País de los Pueblos Vascones, País del Euskera, País Carlista, País de los Fueros, País Vasco, País Vasconavarro, Basque Country, Pays Basque, Provincias Gemelas, Provincias Hermanas, Provincias Forales, Provincias Unidas, Provincias Libres, Provincias Vascongadas, Provincias Vasconavarras, Euskaria, Euskeria, Euzkadi, Euskal Erria, Comunidad Autónoma Vasca.

Para concluir sólo quiero expresar que respeto sus ansias vasquistas como no podría ser de otra manera; pero a la vez me gustaría que respetasen a los que no pensamos como ellos y que demasiado frecuentemente terminan como Ignacio. Desde que la democracia se instauro, elección tras elección ha quedado manifiestamente claro lo que la mayoría de los navarros pensamos, hablo de la mayoría no del concepto grandilocuente del “pueblo” al que tanto recurren. Permítanme que no ponga mi nombre ya que conozco como las gastan algunas personas que discrepan de lo que aquí expongo. Por desgracia mientras la situación continúe por estos derroteros, ¿alguien se puede sorprender de que la mayoría de los navarros prefiramos mantenernos alejados de nuestros belicosos vecinos?