Opinión

Un ángel con cara de niña

Es viva, atrevida, educada, fotogénica, da juego a cámaras y a periodistas, y nos dicen que perfeccionista. Así es Amaya García Ridruejo, la niña que el Domingo de Resurrección marcará un antes y un después en la tradición de la Bajada del Ángel, el próximo 23 de marzo.

La pequeña no es consciente de que su nombre e imagen van a ocupar un lugar muy especial en las hemerotecas y en los anales de este acto religioso y popular, así como en los de nuestra ciudad.

La mayoría de la sociedad tudelana está de acuerdo en que este papel lo puedan realizar ambos sexos, y no sólo porque, aunque durante siglos especialmente los cristianos de Oriente discutieron el sexo de los ángeles, la Iglesia los ha representado en ambas formas, sino porque simplemente no existe excusa alguna para que una muchacha no pueda deslizarse por la maroma.

Los más recalcitrantes de las tradiciones sabemos que en el fondo no ven con buenos ojos esta ocurrencia, y que abogan por mantener intacta una ceremonia que, sin embargo, ha experimentando modificaciones a lo largo de los siglos. De hecho, es desde 1663 cuando se celebra como hoy la conocemos. Antes eran 6 los ángeles que la protagonizaban, y no existían ni el templete ni la nube. La ceremonia ha ido sustituyendo o introduciendo otras variantes, como el lugar donde se desarrolla (antes en la Plaza Vieja) o los objetos que porta el Ángel (antes una vela encendida que luego se sustituyó por un banderín), y un largo etcétera de detalles. Si todo esto ha variado, y hasta las condiciones para ser candidato (antiguamente eran los niños de las familias más humildes), no cabe argumentar que el hecho de que sea una niña la que represente al Arcángel San Gabriel, va a trastocar LA TRADICIÓN.