Opinión

Tiempo de caza

Andan los aficionados a la caza entretenidísimos en esta época del año en la que se ha abierto la veda y pueden andar por el campo, las más de las veces, más pendientes del paseo o sana andada, que de cazar, propiamente dicho. Por no hablar de esos posteriores almuerzos, opulentos y desenfadados, que se pegan reunidos en un rincón del monte,

o en cualquier caseta o refugio.



La que se cuelga la escopeta y se echa al monte, es una gente un tanto especial. Siempre se ha dicho que cazador y pescador, mal trabajador, o que es ésta la mayor clase de metirosos o, al menos, de exagerados. Pero lo que padecen en estos tiempos que corren estas gentes, no es fruto de su idiosincrasia, sino de una burocracia tal que hace realmente necesaria una gran afición para ir al coto acaparando: DNI, tarjeta Federativa, Licencia de Caza, Tarjeta del acotado, Permiso de Armas, Guía del arma -y seguro que me dejo algo-, además de la documentación de los perros...

¡Total para volar dos perdices y ver correr algún conejo y ninguna liebre!



Con eso de que vivimos en la muga, resulta conmovedor ver como el aficionado necesita aprenderse una disparidad de criterios tal, que disponer de perro en Soria, en La Rioja, Navarra o Aragón puede ser una odisea que te aleje de ir con todas las de la Ley. De modo que cazar, en lugar de cazar, se está convirtiendo en hacer del aficionado una auténtica oficina portátil para dar gusto al responsable autonómico de turno, que pone, a su libre albedrío y a su antojo, normas descoordinadas que deshonran este noble arte y deporte.