Opinión

Tibet, China, Europa

¿Por qué Europa reacciona con contundencia cuando se produce la rebelión tibetana? No se puede afirmar que el Tíbet sea un caso diferente a otros que se esparcen por el Mundo entero; pero los europeos estamos empeñados en hacer de los chinos tiranos vinculados al modo de producción asiático, autoritarios compulsivos y sin ningún aprecio por el individuo concreto. Nuestro reverso.

No es mi intención hacer el panegírico de China, ni minimizar la sujeción a que tiene sometida a la Nación tibetana. Sí tengo la intención de establecer el paralelismo con situaciones cercanas. Tan cercanas, en algún caso, que nosotros mismos somos protagonistas de ellas, como sucede con la Nación Navarra. El Tíbet debería ser ocasión de reflexión, para quienes tienen tantos puntos de contacto con los chinos en materia de sujeción de otras naciones. A fin de cuentas nos encontramos ante una situación de imperialismo, terreno en la que los Estados europeos han sido, y siguen siendo, maestros. Como es habitual surgirá la objeción de que los casos no son equiparables. A pesar de todo, no conseguiremos que nuestros objetores nos muestren razones, únicamente la afirmación categórica de quien deja manifiesto su deseo de imponer.

Resulta llamativa la coincidencia argumental que presentan chinos y españoles a la hora de justificar su decisión de mantener sometidos al Tíbet y a Navarra; continuidad territorial, afinidad histórica y cultural… pretenden unos y otros que son factores convincentes por sí mismos. Siempre se niegan a considerar el único argumento importante; la voluntad manifiesta de los sometidos que no es tenida en cuenta en absoluto por parte de los sojuzgadores, quienes, como colofón, se declaran dispuestos a defender sus buenos argumentos con el más decisivo de la fuerza; sus leyes de imposición y sus armas.

La lejanía de los acontecimientos parece paliativo adecuado a la falta de mesura que suele hacer acto de presencia cuando los problemas tienen un interés más directo para quien los juzga. Creo que no existe otra razón para que se valoren de manera tan diferente los acontecimientos que tienen lugar en Asia o en Europa. Por lo demás, son muchos los Estados europeos que tienen motivos para la discreción. La trayectoria histórica reciente de los mismos no tiene nada de ejemplar en lo que se refiere a la denominada colonización contemporánea, incluida la que impusieron a la misma China. Los europeos tenemos una imagen de nosotros mismos que nos convierte en adalides de la libertad en la propia Europa y en el resto del Mundo. La barbarie nazi y fascista parece que no fue sino un episodio increíble –página negra de nuestra Historia que los alemanes están obligados a purgar- negándonos a reconocer que tal episodio no era flor de un día.

Procuramos minimizar las atrocidades de la colonización europea contemplándola como realidad histórica no vigente. A pesar de todo, la masacre de las poblaciones africanas, australianas -y también asiáticas- son acontecimientos de los que han sido protagonistas las generaciones europeas contemporáneas, sin que nadie haya sentido la necesidad de pedir cuentas a sus responsables, como se ha tenido mucho cuidado en hacerlo con los nazis y fascistas. El mismo día que Francia derrotaba a su “tirano” Hitler, sus gendarmes masacraban al Pueblo argelino en una muestra de la determinación de esta culta nación por imponer la galicidad a los norteafricanos. La totalidad de los estados europeos que llevaron adelante aventuras colonizadoras se encuentran implicados en acontecimientos de genocidio, desde el Congo belga a Guinea española y Marruecos, pasando por la Libia italiana. El imaginario colectivo europeo ignora tales acontecimientos, que deben colocarse a la altura de los genocidios nazis. Son contemporáneos a los mismos y en algunos casos más recientes. Pero la intelectualidad europea, con honrosas excepciones, ha pasado por encima de ellos. No está permitido romper la imagen de una sociedad europea civilizada, que repudia la crueldad; sociedad tolerante e impulsora de los valores democráticos y humanos.