Opinión

Tea Party

Los norteamericanos han repudiado la reforma sanitaria y la intervención masiva en la economía de Obama, que juzgaban alejadas de las esencias de Estados Unidos. Mientras la economía no mejore y se empeñe en defender el déficit y el gasto público, como remedio ante la crisis, lo tendrá difícil Obama.



El Tea Party ha movilizado a una buena parte del electorado de las clases medias en defensa de los valores constitucionales, el sistema político, y la libertad de elegir libremente sin imposiciones del gobierno. Primero disputaron en las filas del partido, no les gustaban la aclimatación de muchos políticos republicanos a los paradigmas de la progresía demócrata. No les gusta que se defienda una cosa y se vote la contraria, no podrán apoyar más la expansión de más gastos, en contradicción con sus postulados.



La separación entre las élites culturales y políticas y la gente normal, explica el declive de Obama y su batacazo electoral. El Tea Party ha mostrado su fortaleza, abanderando el ideal constitucionalista de poner límites al poder, de dejar al Gobierno fuera de las decisiones fundamentales de las personas y de salvaguardarlas de los abusos tramados desde Washington.



Apoyarán gobiernos moderados, esta nueva generación de políticos, algunos muy jóvenes, alejada de los círculos de poder, procedente de ámbitos distintos a la política, enraizados profundamente en la América real, con origen social popular, que no se ven representados en el New York Times, ni en Hollywood, ni en la CNN.



Hay que solucionar primero la crisis económica, a la que no se le ve una salida fácil, y por ello se preguntaron si Obama había actuado bien.



Los del Tea Party, ahora le exigen que regrese a la ortodoxia americana: pocos impuestos, poco gasto público, poco gobierno. No quieren un Estado sobredimensionado, que por su voracidad, no le alcancen los ingresos pese a los altos impuestos. La deuda estadounidense es la más grande del mundo, por lo que su crítica alcanza tanto a Obama, como a su antecesor Bush. Mientras, los votantes de Obama, beneficiarios de su política, le exigen caminar hacia un modelo de Estado más a la Europea, más asistencial.



Obama ha perdido apoyos en ciudades de las dos costas, en el Sur, en el oeste agrícola y en el centro industrial, que han dado la espalda a los demócratas, no sólo en la América rural. Ya no opera la divisoria rural/urbano, sino la divisoria blancos/no blancos, el apoyo a Obama ha bajado muchísimo entre los blancos, entre clases medias que son los que pagan impuestos. El Tea Party representa la revuelta de las clases medias frente a la América multirracial.



El tema de fondo es que está en juego la propia identidad americana, mucho tiempo erosionada por la emigración. EEUU necesita rediseñar su identidad, si avanza en la dirección de integrar la emigración: aprendiendo el idioma, respetando las normas; o apostar por un excesivo multiculturalismo, necesariamente subsidiado. Este es un problema no resuelto,

-tampoco en Europa, Merkel ya comentó que se equivocaron con los turcos, pues pensaron que se volverían y se quedaron sin integrarse-, y que comienza a chirriar en España, por el fuerte apoyo al islamismo desde el gobierno.



El Tea Party sabe que los mejores ejemplos sociales se producen cuando la propiedad y la libertad caminan juntas, de tal forma que el poder esté más controlado, para lo que es conveniente que su tamaño no sea elevado, y en su quehacer diario esté sometido tanto a normas, como a costumbres sensatas.



El Tea Party -al margen de algún personaje pintoresco- propugna sociedades, en las antípodas de cualquier tipo de colectivismo, gobernadas por el amor y la caridad, como habitualmente ocurre en las familias. Apuesta por sociedades apoyadas en numerosas redes sociales, en asociaciones de voluntarios, en gobiernos locales, en una gran variedad de instituciones y de iglesias, que fomentan comunidades participativas, facilitando la responsabilidad individual, dificultando su manipulación.



No les gustan las sociedades con elevado colectivismo, con altos impuestos, con demasiados funcionarios y muchas ineficiencias. Se han apoyado en agrupaciones electorales locales, unidas en su oposición a la agenda de Obama, propugnan una menor intervención del gobierno en la actividad económica y social, y pretenden que los valores cristianos, como principios morales, sean tenidos en cuenta cara a una mejor organización social.



Estos valores, en plena crisis económica, se hacen más atractivos para muchos ciudadanos, no sólo en USA, puesto que los valores socialdemócratas son de difícil encaje en el actual mundo en crisis.