Opinión

Señor de Guindos, obras son amores

Agradecemos el decreto “de buenas prácticas”. Hubiéramos agradecido más que esas buenas prácticas se hubieran cumplido en años anteriores. Pero agradecemos que ¡por fin! se hable de reestructurar deuda, rebajar intereses, hacer quitas al principal, aceptar la dación en pago y proponer el alquiler social con renta limitada como alternativa a la desposesión del techo. El alquiler: una alternativa más realista que el modelo de vivienda en propiedad promovido durante décadas para favorecer un modelo de desarrollo basado en el ladrillo y la deuda.

Les agradecemos que hablen. ¡Por fin! Hablemos.

Rechazamos la definición del “umbral de exclusión”. Rechazamos el artículo 3.1.a, que restringe estas “buenas prácticas” a personas en paro. ¿Ha pensado usted, señor de Guindos, que con sueldos de 700 euros no se pueden pagar cuotas de 900? ¿Que la distancia que separa al trabajador del parado con o sin prestación, es cada vez más estrecha?

Rechazamos el artículo 3.1.b. Seguramente una cuota hipotecaria que no supere el 60% de la renta familiar puede ser una situación muy llevadera... para ustedes. ¿Se ha parado a pensar, señor de Guindos, cómo puede vivir una familia con un sueldo de 1.000 euros y una cuota de 600? ¿Que nos resulta penoso cruzarnos con nuestros vecinos, porque estamos morosos en los gastos de comunidad? ¿Que la lámpara del salón de nuestra casa tiene tres bombillas, de cuatro, desenroscadas?

Rechazamos el artículo 5, su disposición primera, porque le quita el carácter imperativo que debe tener una ley de protección a los deudores. Las entidades financieras han tenido tiempo sobrado para mostrar su buena voluntad. Queremos leyes tan imperativas como las mismas que ahora se ejecutan contra nosotros.

En cuanto a su disposición segunda, no entendemos por qué fija límites en base al precio de compra. ¿Es un error de redacción? Porque ese criterio, y con esos límites, excluye a todas las personas que compraron la vivienda en la cúspide de la burbuja inmobiliaria creada por ustedes.

No sirve ningún criterio que limite por importes, sea de compra, de tasación o de nominal de hipoteca. Lo que nos asfixia son, precisamente, las deudas disparatadas que la política especulativa de ustedes, banca y gobiernos sucesivos, llevaron a máximos durante los años 2000 a 2007. Ustedes solo ven la vivienda como dinero, como inversión, como activo. Y nosotros lo que vemos es que precisamente esa forma de ustedes de mirar la vivienda es la que nos deja sin techo, sin casa, sin hogar.

Hay que rescatar a las personas cuya vivienda hipotecada sea residencia habitual y única de una familia trabajadora, sin otro patrimonio que el de sus personas. Nosotros en ningún momento estamos pensando en segundas viviendas en la playa o en la sierra, ni en unifamiliares y adosados de 200 metros con jardín. Comprensible que usted sí que piense en ello, en todo lo que ustedes promovieron como el sueño “de las clases medias” con abundantes desregulaciones urbanísticas y sonrojantes medidas fiscales. Nosotros hablamos de viviendas de 45 años de antigüedad, de 40 a 70 metros cuadrados, con las paredes medianeras ennegrecidas por el moho de la humedad, en las que viven cinco o siete personas, a veces dos familias juntas. Viviendas con cuya venta esas “clases medias” financiaron las segundas viviendas, los señuelos de la burbuja inmobiliaria creada por ustedes.

Hay que rescatar a las personas cuyos medios de vida no le permitan atender la totalidad de sus deudas. Porque durante los años de borrachera financiera, las buenas prácticas de la banca que usted dirige le llevaron a conceder no una, sino varias hipotecas sobre el mismo deudor, cruzando garantías de unos deudores con otros, incluyendo todo tipo de productos complementarios, tarjetas de crédito innecesarias e incomprensibles, seguros abusivos. Ustedes estimularon el crecimiento económico, sempiternamente lastrado por la debilidad de la demanda derivada de nuestros bajos salarios, promoviendo el endeudamiento sin límites de nosotros, personas cuyo único patrimonio, nuestra condición de trabajador, es hundido y reflotado por decisiones políticas y económicas que escapan a nuestro control. Nosotros no hemos vivido por encima de nuestras posibilidades: hemos sobrevivido con las posibilidades que ustedes nos dejaron.

Censuramos que se haya aprovechado que el Pisuerga pasa por Valladolid para colar de matute una reforma del proceso de ejecución extrajudicial, acentuando su carácter premioso. Rechazamos la vía notarial para las ejecuciones hipotecarias, impuesta unilateralmente a los deudores por las entidades financieras. Pedimos, al menos, las mínimas y exiguas garantías que nos concede el procedimiento judicial.

Finalmente, rechazamos ese artículo 7 que habla de la responsabilidad del deudor que “voluntaria y deliberadamente, busque situarse o mantenerse en el umbral de exclusión con la finalidad de obtener la aplicación de estas medidas ”. Rechazamos la mentalidad que sospecha sistemáticamente del parado que cobra el desempleo; del solicitante de la renta básica; del enfermo que acude a urgencias o a los centros de salud; y que ahora sospecha de los cientos de miles de familias que no pueden hacer frente a su deuda. Usted quiere registrar los bolsillos a quien rebusca en los contenedores de basura, olvidando que los culpables de esta crisis no solo se están yendo de rositas, sino que siguen al frente de las instituciones políticas y económicas. Como demuestra la pobreza de este “código de buenas prácticas” emanado de ellas

No confiamos en ustedes, pero no cejaremos hasta arrancarles lo que pedimos: que la dignidad y la vida están por encima de todas las deudas. Justo lo contrario de la Constitución que ustedes reformaron.