Opinión

Se acabó la fiesta

En los medios de comunicación de masas, en ciertos centros de pensamiento, o en el propio sistema público de educación, se aceptan como síntoma de modernidad demasiadas posturas irracionales, contra llamémosle el orden establecido. Es la herencia que todavía soportamos de mayo del 68, en muchas sociedades occidentales.

Bien por radicalismo, o por pensamiento inmaduro, se postula todo tipo de pacifismo, de manera simplona, los ataques a la Iglesia son habituales, se ve con simpatía al movimiento okupa, se fomenta el hedonismo como filosofía de vida, con ausencia de una norma moral compartida se proclama el relativismo de las cosas y la preferencia de lo colectivo sobre lo individual. Todas ellas, son ideas fuerzas de izquierdas, que se transmiten y fomentan con suma tontuna a las nuevas generaciones, y que han conseguido, que sean interiorizadas por muchos ciudadanos.

Toda política es un proceso de comunicación, comunicación entre gobernantes y gobernados, pero también comunicación entre acción y discurso. Hoy se olvida que las personas humanas existimos antes que el Estado, y que es el estado el que debe estar al servicio de las personas y de la sociedad, y no al revés. Lo decente, no se funda en el optimismo, sino en la veracidad, y hoy la mentira la padecemos de forma generalizada, con su uso impune y constante por los políticos.

El concepto de libertad individual, sin sometimiento a ninguna realidad anterior y superior a nosotros, es muy atrayente, pero nos saca de la realidad. Platear que no hay otro criterio para discernir el bien del mal, que el de la mayoría parlamentaria, y desde allí definir en qué consisten nuestros derechos y hasta dónde llegan nuestras libertades, es muy interesante para aplicar el republicanismo cívico de ZP, que tiene la intención de cambiarnos las ideas a los demás. Pero olvida que una norma legal puede no ser moral, y que la objeción de conciencia está amparada por la Constitución como defensa de las minorías.

Los medios de comunicación contribuyen en general, a socializar el complejo de culpa, entre los ciudadanos del primer mundo, al afirmar de hecho, que no hay hombres inocentes, si somos occidentales. Todos somos culpables de los desastres que padecen los demás, tan sólo nos redimimos, –buscando soluciones- ayudando a los terceros débiles, desde arriba, desde la ayuda estatal, desde la intervención, esta es una clave de la ideología de los new reds. Ahora sí, nos explicamos los viajes de nuestra Vicepresidenta a países pobres, regalando millones de euros, sin demasiado rigor, ni control, pero muy en la línea de los llamados a la ciudadanía global, al buenismo y al desarrollo sostenible.

El gran desarrollo de la economía mundial, con la incorporación de China e India, supuso una gran demanda de las materias primas, lógicamente los precios no han parado de subir. Muchos líderes tercermundistas han obtenido, inmensos recursos financieros, que les permiten poder afrontar muchos cambios, sobre todo por el elevado precio del petróleo. Estas elevadas sumas las utilizan para poder implementar sus nuevas políticas, los unos y en muchos casos su fanática política islamista, los otros.

Con la crisis financiera y económica, que hoy afecta a las economías occidentales, se ha contraído la demanda, provocando las bajadas del precio del petróleo y de materias primas. La actual situación ¡ya no es jauja! Sin tanto dinero no se puede continuar extendiendo los derechos sociales, salvo que dejen hipotecado el futuro de varias generaciones, por medio de cuantiosos déficit presupuestarios.

Tendrán que terminar con el despilfarro y en muchos casos con la cara dura. La realidad es tozuda, ya que habrá que trabajar más, para vivir igual o peor, tendremos que prolongar los años de vida laboral, deberemos adoptar un cambio de ideas para que educando mejor a nuestros hijos, no deleguemos, ni confiemos tanto en el papa estado. Tomemos conciencia de lo caro que resulta, que muchos problemas nos los resuelvan. Cambiemos nuestra mentalidad de ciudadanos agradecidos al utilizar un servicio social sin pensar en su coste, por la de contribuyentes cabreados, por la cantidad de dinero que nos cuestan los servicios y la continua extensión de la Administración.

Llevamos décadas sin poner el acento en lo necesario que son, la responsabilidad individual, las virtudes sociales, la autodisciplina, el respeto mutuo, el alcanzar, a cambio de sacrificios inmediatos y esfuerzos prolongados, metas difíciles.

No nos pongamos de perfil ante muchos problemas. Hemos practicado una letal neutralidad moral, que nos ha impedido emitir juicios sobre lo adecuado o equivocado de las cosas. Con tanta corrección política, hemos abandonado la utilización de términos que hoy son más necesarios que nunca y que siempre han sido clarificadores, como son definir a las situaciones y cosas como malas, buenas, correctas o impropias.

Si no reaccionamos pronto, más costoso será en términos sociales el retomar un camino realista de afrontar los retos de la vida cotidiana de las personas.