Opinión

Sanidad estresada

Es deplorable sentir el giro negativo que está experimentando la sanidad pública en Tudela. Cada vez que tengo que acudir a la consulta de mi médico de cabecera -situación que se produce de ciento a viento- me enfrento a la incertidumbre de quién me recibirá ese día en la consulta: el titular, o el sustituto al que le molesta que vayas a la consulta con más de un asuntillo de salud y que parece asustarse si el tema va más allá de un simple catarro o un virus de esos que nunca llegas a saber el nombre.

No obstante, ese no es el único “miedo” a la hora de decidirte a ir al médico. Lograr que te cojan el teléfono que da la vez, se convierte en toda una odisea, sobre todo si es lunes. Y si te responden, rara vez te dan cita para ese mismo día. Con mucha suerte, para dentro de dos o tres. Eso sí, si es urgente (todavía no he llegado a saber si urgente puede ser cualquier afección sobre -como se recomienda- la que no te debas automedicar) te dicen, sin mucho énfasis, que vayas, que te atenderá el médico de guardia (suelen ser facultativos que ilusión -la verdad- no le echan mucha al asunto; vamos, que es mejor no acudir e intentar capear el temporal como se pueda).

A todo esto hay que sumar otro padecimiento: el de algunas personas que, una vez en la sala de espera, intentan colarse, argumentando que tienen más prisa que nadie.

Pero lo más grave es la percepción de que tu médico está estresado, de que te atiende a la vez que responde a llamadas telefónicas y que se siente enjaulado en los diez minutos que debe dedicar a cada paciente.

Entonces te das cuenta de que nuestra sanidad ya no es lo que era, de que la llegada cada vez de más población a nuestra ciudad (como a otras muchas) no se corresponde con una mayor dotación de servicios sanitarios. No se amplía el número de médicos como se merecería la nueva situación y, para más inri, algunos centros de salud deben cargar con el lastre de un personal desmotivado, que no realiza bien su función, y al que pagamos todos.