Opinión

Saber hacer

Siempre estamos hablando de los servicios públicos y las más de las veces pecamos de simplistas al reducirlos

a una expresión que se interprete en clave política, económica o, lo que es aún peor, sindical. Sin embargo, pocas veces refrescamos nuestras mentes con las experiencias vividas, persona a persona, que hacen de estos menesteres una de las mayores grandezas de nuestra sociedad, y sólo hay que preguntar cómo funcionan estos en América y medio mundo para conocer y valorar de qué hablo.

Recientemente tuve la fortuna de pasar cuatro días de vacaciones en el Hospital Reina Sofía -y digo fortuna porque la visita girada fue a Maternidad- y pude observar -y disfrutar- de cerca de la talla de las personas que allí trabajan, profesionales abnegados que supieron en cada momento qué aconsejar, qué hacer, cómo actuar y hacia dónde ir en nuestra, digamos, inexperimentada travesía.

Si los de la bata o el pijama de uno de esos turnos leoninos e incomprensibles eran buenos, los del siguiente los superaban y así ad infínitum. De modo que, visto lo visto, no seré yo quien se queje de unos servicios sanitarios públicos como los nuestros que, además de contar con más medios que en ninguna otra parte del planeta, cuentan afortunadamente con las personas adecuadas para saber hacer lo que hay que hacer, de forma entregada e incondicional.

Y otro día ya hablaremos de carencias, costes y financiación, pero no quería dejar pasar el inicio de este nuevo año de incertidumbre y esperanza, sin alabar el trabajo de estos profesionales ni felicitarles por su quehacer... ¡Olé!