Opinión

Reflexión después de hablar, o la inversión de los términos

Cuanto menos se reflexiona, más se habla. En el mundo abundan las personas que hablan y hablan... hasta que, al final, es cuando encuentran algo que decir.

Hablar consigo mismo, es definido como pensar. Y cuando se habla a uno mismo, cuando se piensa, no se nos pasa por la cabeza hablar a los demás.

Un refrán de origen judío declara: “El estúpido dice lo que sabe; el sabio sabe lo que dice”. El pensador francés Montesquieu, perteneciente a una familia de la “nobleza de la toga” siguió la tradición familiar al estudiar Derecho y hacerse consejero del Parlamento de Burdeos. En uno de sus innumerables escritos nos exhorta a reflexionar: “Pensar crea silencio, y se alimenta del silencio, porque es un hablar a sí mismo”, afirmó.

El también francés Alexandre Guitry, llamado Sacha Guitry, a través de su pensamiento nos dice: “Palabras, palabras, capaces sólo de desvelar el rostro limpio de las ideas. Sólo por casualidad, y después de mucho parloteo, se puede atisbar la luz de un pensamiento”.

San Bernardino de Siena en sus escritos “Predicaciones vulgares” mediante una sentencia nos hace llegar algo que no por evidente es menos cierto, “Dios te ha dado dos orejas y una lengua, para que oigas más que hables”.

Los políticos hablan, hablan y hablan luego se dedican a reflexionar... No debería ser así, debería ser invertido el orden, pensar, reflexionar en profundidad y después hablar. ¿Resultaría más fácil convencer?

José Javier Solabre Heras