Opinión

Recuperar el auténtico navarrismo

Al oír pronunciar el término Navarrismo, algunos soberanistas navarros identifican erróneamente este término con políticos españoles y especialmente con el señor del Burgo, el cual lo definió de la siguiente manera:

“El navarrismo es la corriente política plural, surgida en los años setenta del pasado siglo con la finalidad de defender la navarridad, es decir, la identidad navarra frente a los intentos de absorción impulsados por el unionismo euzkadiano o euskalherríaco. Navarrista es aquel que milita en las filas del navarrismo político para defender la navarridad”.

Con está definición, el señor del Burgo intenta dar la vuelta a un planteamiento anterior del Navarrismo, para seguir manteniendo a la Navarra cispirenaica como una mera colonia del reino de España, a la cual no sólo se le niega su estructura política, sino también una unidad territorial propia, existente antes de las invasiones y ocupaciones armadas realizadas por las coronas castellana y aragonesa, con la cual se negó a este pueblo su navarridad.

Con dicha afirmación, el señor del Burgo intenta negar la existencia de un Navarrismo anterior, que realmente sí defendía la identidad propia de Navarra, con sus leyes o fueros, como máximo exponente de ello. Este Navarrismo fue llevado a cabo por auténticos políticos navarros, siendo el máximo exponente de ellos Arturo Kanpion.

Arturo Kanpion no se destacó precisamente por unas ideas soberanistas a pesar de militar al final de su vida en el Nacionalista Vasco, pero sí por una defensa de la cultura intrínseca y propia de Navarra, que le llevó incluso a enfrentarse ideológicamente con Sabino Arana, pero sin negar en ningún momento el origen vasco(n) de Navarra, algo que compartía con la pluralidad de miembros de la Sociedad Euskara de Navarra.

En la pluralidad existente en la pro-vinci Navarra tras la mal llamada Ley Paccionada del año 1841, se identificó totalmente con este Navarrismo durante la llamada Gamazada, e incluso las “tres provincias hermanas”, como decían en la época, estaban con el pueblo navarro, uniéndoseles hasta los hermanos Arana. Para que las generaciones siguientes no nos olvidemos nunca de nuestro pasado histórico, estos navarros construyeron el monumento a los Fueros, que hoy en día todavía no ha sido inaugurado por las instituciones residuales de la C. F. de Navarra, cuya Diputación llegó a ser presidida por el señor de Burgo.

Este Navarrismo opuesto en esencia y origen al que define el señor del Burgo, no era de todas formas el primogénito y auténtico, ya que no buscaba la unidad plena de las tierras pertenecientes al Estado de Navarra, tanto al norte del Pirineo como al sur.

Diferentes políticos asentados en la Navarra reducida se escudan en la mezcla y división de ambos, defendiendo con ello la unidad, forzada por la violencia de las armas, de esta parte del Estado de Navarra con el estado de España y a su vez, mantener la división con el resto de tierras naturales navarras, del sur del Pirineo. Valga como ejemplo de ello, la afirmación de una política defensora de la republicana española, la señora Milagros Rubio:

"En Navarra, el vasquismo debe reconocer sin titubeos la realidad política de Navarra como comunidad política diferenciada, y a su vez ese mismo vasquismo ha de ser reconocido por el navarrismo español en su política gubernamental".

La invasión y ocupación española impidió que el Renacimiento se asentara en la Navarra cispirenaica, siendo su inquisición la principal arma contra los naturales del país, especialmente para los que hablaban la lengua propia o lingua navarrorum, el euskara. Así, el Navarrismo realmente comenzó en la Navarra soberana ultrapirenaica, concretamente en el periodo de mayor esplendor cultural nunca habido en nuestro Estado.

Mientras la Navarra ocupada sufría la violencia española y con ello un freno insalvable para la modernización de la sociedad, en la Navarra libre, el humanismo renacentista floreció a semejanza de Florencia. El Reino soberano de Navarra se llenó de artistas, escritores, arquitectos, filósofos y pensadores, que enriquecieron el carácter nacional navarro de los diferentes pueblos existentes en el Estado pirenaico.

En este ambiente libertario se gestó el Navarrismo real, el cual servía para defenderse de las diferentes agresiones que sufría el Reino soberano de Navarra, provenientes de los reinos español y francés, al que se le sumaba una vez más y desde el estado vaticano el emperador de Roma. La principal impulsora de este Navarrismo auténtico fue Margarita de Navarra, conocida por la mayoría de historiadores como la primera mujer moderna, por ser una fabulosa escritora y amiga de la cultura. Gracias a su protección se editó el primer libro en la lengua primogénita de Navarra, titulado: Linguae Vasconum Primitiae.

Este Navarrismo en lo cultural también tuvo su continuidad en materia del arte de la política, la cual comenzaba a estar basado en una clara y correcta conciencia histórica desde la entrada definitiva del Renacimiento, facilitando las reclamaciones en materia territorial que realizaba el Reino de Navarra, las cuales nunca, todo hay que decirlo, han sido escuchadas por los enemigos del Estado de los navarros.