Opinión

Ramplona 2016 ¡Lo que faltaba!

Sánchez Ferlosio ya dijo que la Cultura es un instrumento de control social en todas partes. Y en esta tierra nuestra queda claro constantemente que lo es: De control y de descontrol. Porque que Pamplona aspirara a ser Capital Europea de la Cultura 2016 no es el sueño de un pueblo y unos dirigentes... ¡Es una ironía!



Vivimos en una tierra donde eso que se da en llamar Cultura, que es muchas cosas y un abanico amplio de formas, estilos, hechos y maneras, brilla por su ausencia. De modo que ya el hecho de que la vieja Iruña, capitaneando como siempre esa “Navarra siempre pa’lante”, pretendiera acoger semejante evento, sonroja al más desvergonzado.



En este erial de vacas, en el que sólo se prodigan los encierros “sin igual”, y donde fenecieron eventos como los Festivales de Navarra, sustituidos por un limitado Teatro Clásico de Olite, y donde es imposible encontrar variedad y calidad, y menos en un teatro como el Gaztambide de Tudela -¡si llega!-, que va a costar más que todo el oro del Perú, abochorna que nuestros políticos elucubren con fiestas de la talla de una Europa que no se nos parece en la materia,

afortunadamente, ni por asomo.



¿Qué hubiéramos podido esperar mostrar al mundo? ¿Costilladas, gigantes, almuerzos y charangas? Sin duda, han perdido el norte.



Salir en la foto, al parecer, atolondra, porque con lo controlado que tienen todo, para que toda expresión -artística, social, cultural o política, ¡qué más da!- quede absorbida por el vacío reinante sucumbiendo en la marasma “folclórico-popular”, resulta ramplón y delirante que aspiraran siquiera a semejante escaparate.