Opinión

Ramón Eseverri

Durante la Gamazada, fue Presidente de la Diputación Foral, la más aplaudida de nuestra Historia. En enero de 1896, en medio del ambiente patriótico de aquellos días, envió una carta oficial y pública a la Diputación guipuzcoana, que es sin duda uno de los documentos oficiales a favor del euskara más expresivos.

Tras reconocer a Guipúzcoa “los títulos de primitiva hermandad”, la Diputación recuerda que: “uno de los reyes más ilustres que se han sentado en el trono de Nabarra (sic), el preclaro monarca D. Sancho el Sabio (…) llamó al bascuence lingua navarrorum (lengua de los nabarros) rindiendo tributo a la verdad para que nunca pudieran obscurecerla las mudanzas del tiempo. Y lengua de los nabarros era y como lengua genuina de los nabarros ha de ser considerado siempre el idioma que creó el nombre glorioso de este Reino y desde el Pirineo hasta el Ebro el de la mayor parte de las ciudades, villas y pueblos…

Del crisol de la ciencia salió la lengua euskara… las lenguas clásicas y sus hijas, las modernas, comparadas con el vascuence son como un deforme enano, junto a un hermoso gigante…

El bascuence es ante todo y sobre todo cosa nuestra, patrimonio hereditario, rasgo precioso con que nos distinguió la mano próvida de Dios, heraldo que no enronquece por vocear nuestra inviolada independencia a los cuatro vientos del horizonte… La naturaleza quiere la diversidad e idiomas. Cada pueblo tiene el suyo, que expresa su conciencia colectiva… Es la cadena de oro que une a las generaciones: es la tradición viva. Representa la voz de la sangre que llega desde los remotos ascendientes a los tiernos nietezuelos. Perder la lengua propia es abrir un abismo infranqueable entre los progenitores y los descendientes, rasgar la trama de la conexión social e histórica, desnaturalizarles y cambiar de alma. El pueblo basco-navarro, como todos los pueblos del mundo, tiene derecho perfecto e indiscutible a su lengua. La raíz de ese derecho… lo ha recibido el hombre de manos de la naturaleza y constituye un bien del individuo y de la comunidad social más íntimo y sagrado que la propiedad civil en todos los pueblos respetada. La ley que se interponga… invade la esfera espiritual y libre de la idea, destruye el estatuto de la personalidad y merece el dictado de inicua…”