Opinión

¡Qué decir a los parados!

El pasado 24 de abril es una fecha para recordar. En tan sólo 12 meses contamos con 1,8 millones de parados más. Las peores previsiones se han cumplido: hay más de cuatro millones de parados. Era lo previsible en un mercado laboral tan poco flexible, con salarios relacionados con la inflación y con una economía que se encoge rápidamente. En España estamos en una gran depresión. Algunos auguran que en los próximos 24 meses, tendremos dos millones más. Pienso que rozaremos los cinco millones.

El país se empobrece, nos alejamos de los países de la UE y caminamos hacia un modelo tercermundista. El Gobierno que en principio negó la crisis, ahora es incapaz de indicar un camino de salida de la misma. El diagnóstico de los males económicos es conocido: al estar en recesión, disminuyen los ingresos del Estado afectos a la actividad (se estiman en unos 30.000 millones E. menos), por otro lado aumenta el gasto público, cuestión que parece no importar al gobierno ZP, con tal de retener el voto cautivo de la izquierda. También habrá que destinar importantes sumas de dinero para salvar el sistema financiero, todo ello puede llevar el déficit público, según los expertos, hasta el 9% del PIB en 2009 y hasta el 10% u 11% en 2010.

El Gobierno por querer mantener el actual modelo de prestaciones, corre el riesgo de acabar con el propio bienestar. No hay apenas dinero en la Caja, está acudiendo a emisiones de deuda, y podremos llegar a los 120.000 millones E. de nueva deuda. El estado autonómico, en tiempos de recesión, es una pesada carga, difícil de aceptar y de financiar. Tenemos una economía rígida y poco flexible, que reacciona mal, en una situación tan difícil como la actual, destruyendo de forma masiva la producción y el empleo. España camina hacia un nuevo escenario, con una economía creciendo entre el 0,5% y el 1,5% durante los próximos años, y con tasas de paro en torno al 20%. Esta posibilidad está cada día más cerca, y nos dibuja un horizonte de fuerte empobrecimiento. Toda la deuda pública, más la privada, alcanzará el billón de euros, cantidad equivalente al 100% del PIB, y que será muy complicado devolver.

Los Gobiernos no aprovecharon la fase alcista del ciclo económico, e ignoraron los síntomas que anunciaban el final de la fiesta del ladrillo y del consumo. Zapatero ocultó la realidad de la crisis, para ganar las elecciones, y ahora espera que los problemas se los resuelvan otros, confiando en la recuperación de la economía internacional. Se pasa el día buscando brotes verdes. Pero para volver a un crecimiento estable, es imprescindible efectuar reformas, digan lo que digan los sindicatos, hay que articular una política de estabilidad presupuestaria, controlando el gasto público, abordando la liberalización de los mercados (entre ellos el laboral) para dotarlos de mayor flexibilidad. Al mismo tiempo, es necesario acometer una reforma fiscal en profundidad que permita a particulares y a empresas hacer frente a sus problemas de liquidez, estimulando el trabajo, el ahorro y la inversión.

Para hacer posible esta estrategia, reconozcamos que estamos ante una recesión muy fuerte y que el ajuste es inevitable. La salida de la crisis pasa por reconocer los excesos cometidos en la fase expansiva. Cualquier iniciativa populista que pretenda frenar esta dinámica con ayudas a los sectores y grupos sociales más afectados, sólo conseguirá prolongar la agonía y retrasar la salida. La única intervención justificable es la orientada a evitar el crac del sistema financiero, ya que el crédito fluirá con normalidad si las cajas y los bancos limpian antes sus Balances. Necesitamos unos intermediarios financieros sanos y solventes, y de momento ahí estamos atascados. Los planes al respecto preparados por el Banco de España y por Solbes, están pendientes de resolverse. ¡A qué espera ZP!