Cuando comenzamos a utilizar los teléfonos móviles no fuimos conscientes de que estábamos alcanzando una nueva era: La tecnología dejaba de ser asignatura de instituto para convertirse en parte inseparable de nuestras vidas.
Ahora que niños y ancianos comparten ese vicio sano, y los adolescentes desarrollan y crean un nuevo lenguaje a base de mensajes cortos de texto, hay una parte del aparato, una zona personal del móvil, que se aleja de la ciencia y el diseño que la impronta de cada marca imprime a sus modelos, y deja a las personas el último restaño de lo que era no ya su libertad, sino su intimidad, estilo, gusto, tendencias y preocupaciones personales que a cada uno nos caracterizan y que tanto aparejo nos niega al ningunearnos y uniformar cada paso localizable que damos.
Se trata, evidentemente, del tono, ese sonido que eliges o pones para caracterizar cada llamada o aviso que entra.
Los aparatos brindan infinidad de musiquitas y formas de introducirlas en la unidad, pero si antaño fueron las compañías quienes delataban tus gustos, ahora lo que define y permite no ser sólo un número, -de teléfono-, es esa cancioncilla que a cada son, te define y presenta: ¡¡Cuidado con ella!!
