Opinión

Pensar más que creer

Un gran amigo me conforta asegurando que para sobrevivir a esta supuesta sociedad moderna que nos ha tocado en suerte, sólo queda apostar por el conocimiento, -y la Cultura, así, con mayúsculas-, y el espíritu crítico. Sin embargo, quien entiende que ese debe ser el camino, pasa por la realidad medio perdido, distraído, y tachado de pesimista sin remedio.

Dejar de ser creyente para confesarse y practicar el ser pensante, aporta una liberadora paz a cualquier alma que es capaz incluso de hacerte inmune no sólo a las rebajas de moda y al deporte de masas, sino al propio ruido contaminante que nos rodea y nos impide, interesadamente, ver la real realidad de cuanto nos rodea.

Sin embargo, si no puede amar quien no conoce y no puede sufrir quien desconoce la verdad de las cosas, y camufla su libertad vistiendo de divertimento lo que sólo es ignorancia, tampoco puede alcanzarse la felicidad desde el saber.

Siendo así las cosas, ser pensante discrimina, pero libera más que seguir consignas y enarbolar banderas que llegan camufladas de verdad, codificadas repetida, machaconamente, hasta que la pura rutina las convierte en ciertas. Es un riesgo que se debe asumir, si realmente se quieren ejercer esos derechos humanos que dicen que tenemos, aunque no estén puestos en práctica.