Opinión

Peladilla a tanto sofista

Nos plantean que el Tren de Alta Velocidad es la vía única para el progreso. Si no hay alta velocidad en Navarra y no para en Tudela, ¡estaríamos muertos! no tendríamos futuro. El Ave lo plantean como una cuestión incuestionable, estratégica. Obviando que en ésta época de fuerte crisis económica, no hay dinero (se necesitan 700 millones de euros, sólo para Navarra) en España para extender la red de Alta Velocidad a todas las regiones. No sólo no hay dinero para la inversión, sino tampoco para cubrir su elevado déficit crónico que se producirá cada año, por la reducida masa de potenciales clientes. Nos ocultan que existen otras alternativas, pues completar un buen servicio de trenes Alvia, con más horarios que nos acercasen a puntos donde ya exista AVE, es mucho más barato para las arcas públicas. Mantener los Alvias a los actuales puntos de destino, es mucho más barato para los usuarios, al no estar obligados a coger los AVEs, cosa que ocurre al quitar los otros trenes, y si no... ¡que se los pregunten a los de Zaragoza!



Siempre debemos enfocar las cosas, en sus justos términos, de nosotros depende que seamos capaces de elaborar y vender, unos productos que demanden los mercados. Sabemos que hoy por hoy, el coste de transporte, no es para tanto, ni determinante, en el precio final de la mayoría de productos. ¿Cómo es posible? que en plena crisis, se haya inaugurado un aeropuerto nuevo en Pamplona con un coste de 44 millones de euros, y tengamos 100.000 usuarios menos de avión, porque la alternativa del vilipendiado Alvia funciona mejor y es mucho más barata. No sé, podíamos haber modernizado el antiguo, con menos dinero.



Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, gastándonos más de lo que ingresamos, es hora de acabar con estas prácticas, y así no tendremos que pedir tanto dinero a los mercados exteriores, donde cada vez nos piden más garantías de devolución.



Plantear las cosas como las plantea tanto prócer, como cuestión de vida o muerte, es una tontería, que no aguanta una correcta lógica. No podemos continuar planificando las cosas como si siguiésemos en el reino de jauja. ¡Qué país!