Opinión

Ocio para la pareja

Conciliar vida laboral y familiar es harto difícil, pero todavía lo es más intentar cuadrar la vida de familia con los ratos de ocio que los adultos necesitamos para oxigenarnos a nuestras anchas y tomar un respiro en medio de la ajetreada vida diaria, en la que muchos nos movemos por desgracia casi sin aliento.

Salir a tomar una copa con tu pareja, ir al cine o al teatro, o asistir a unas culturizantes charlas sobre cómo educar a tus retoños (todo esto muy esporádicamente, claro) es casi imposible. Primero porque cuesta dejar a tus hijos en manos de un/una canguro que, por circunstancias de esa eventualidad, no conoces lo suficiente para asegurarte de que los niños no se pegarán dos horas jugando a la videoconsola, comiendo chucherías o viendo la tele sin parar; y, segundo, porque la conciencia te pesa: después de pasarte horas y horas a la semana casi sin verlos, sientes que tienes que aprovechar los pocos ratos que te quedan para concederles ese tiempo escaso, pero de calidad, que propugnan psicólogos y demás expertos en esto de la educación.

Y en medio de todas estas comeduras de coco, el Ayuntamiento de Tudela nos viene a ayudar (cosa que aplaudo con un bis) a los padres y madres, con unas iniciativas, en este sentido, que son de agradecer: la organización de una ludoteca para que los hijos de los progenitores que asisten a la Escuela de Familias estén entretenidos y sus papis no tengan que exprimir un poco más a los abuelos y demás familiares. Pero la iniciativa más sorpredente fue la del pasado domingo, en que quien quiso pudo asitir a una representación teatral para adultos mientras los peques jugaban en el club infantil del centro cívico de Lourdes. Todo un acierto.

Con estas iniciativas y otras parecidas que vayan surgiendo, tal vez los padres, no ya sólo como seres individuales, sino como pareja, tengamos un pequeño espacio para cultivar esa parcela tan necesaria de la intimidad y la comunicación. Como dijo un sacerdote al que escuché una vez en la radio, la pareja debe darse , al menos, un respiro de una hora a la semana, un día al mes y una semana al año. Una buena teoría que, quién sabe, tal vez algún día consigamos hacer realidad.