Opinión

Obras son amores

Después de año y medio como concejal entiendo lo que alguien me dijo una vez: “todos los ciudadanos deberían pasar una temporada en el Ayuntamiento”. Y es que las cosas no se ven igual estando fuera que dentro. Nadie se puede imaginar cómo es el Ayuntamiento desde dentro. El ciudadano quiere acciones y soluciones y sólo ve el resultado final de las cosas. El ayuntamiento no es una organización como una empresa, o tu casa, y no funciona así. Si en tu casa se funde una bombilla, vas a la tienda, la compras, la pones y ya está. Aquí no, es muchísimo más complejo. Es el problema de la administración: su lentitud, la burocracia y el propio control que se ejerce sobre los poderes públicos por parte de quienes están para fiscalizar y controlar el gasto y hacer que las cosas se hagan dentro de la legalidad.

Una de las áreas que más controversia crea, sin duda, es la de urbanismo. Es el hueso que todos quieren roer. Obras mal acabadas, litigios con las empresas, retrasos, costos superiores a lo presupuestado… De todo hay. Eso nadie lo puede negar porque es así, aunque las obras bien realizadas y terminadas, que haberlas hailas, pasen desapercibidas. Pero la responsabilidad yo creo que es del propio sistema y de los propios mecanismos que tiene la administración para adjudicar las obras. Las personas pueden errar en sus ideas y propuestas pero a partir de ahí hay otros responsables.

Cuando se proyecta una obra y se saca a licitación, las empresas interesadas saben los pormenores de la obra y su coste. Hacen sus números y concurren al concurso. Presentan la documentación que se exige y se comprometen a ejecutarla en tiempo, a la vez que presentan su oferta económica que siempre ha de ser por debajo de lo presupuestado. A continuación la mesa de contratación compuesta por concejales de todos los grupos, técnicos e intervención, estudian las ofertas, puntúan y, ante representantes de las empresas, se abren las plicas económicas y la suma de puntos da la empresa a realizar la obra. De esta manera se adjudican tanto las obras y contrataciones como las actuaciones de fiestas o los fuegos artificiales, por ejemplo. A grandes rasgos este es el sistema; totalmente transparente. Se acabaron las adjudicaciones directas y a dedo.

Si una vez acabado el plazo la obra no está terminada, o si lo está, no pasa el debido examen, el Ayuntamiento no está obligado a recibirla y pagarla. A partir de ese momento vienen los problemas. Si la obra va conforme a lo establecido, pero con retraso, la empresa es sancionada con una cantidad económica por cada día de retraso como está establecido en el pliego de condiciones. Se denomina sanción por demora. Así ha ocurrido en varias de las obras más polémicas que ha habido últimamente en Tudela. Como sanción pueden tener las pirotecnias por no cumplir con lo estipulado en su correspondiente pliego de condiciones.

La responsabilidad del equipo de gobierno en el Ayuntamiento de Tudela le lleva, como no podía ser de otra manera, a exigir la correcta realización de las obras a las empresas, de lo contrario ahí están, en los tribunales. ¿O es preferible pagar por una obra mal hecha o inacabada? Es ahí donde los ciudadanos deberían exigir responsabilidades, a UPN en este caso que es quien gobierna. Es cierto que hay obras en Tudela mal terminadas y que hay litigios con las empresas. Eso no se puede esconder. Pero también es cierto que los tribunales poco a poco van dando la razón al Ayuntamiento en sus demandas.

No trato con este comentario de echar balones fuera ni eximir de responsabilidades a nadie, simplemente me mueve la sensación que tengo de que el ciudadano desconoce el por qué de que las cosas a veces sean así. Sólo hay que leer y oir para darse cuenta que existe bastante desconocimiento y que se habla o se escribe sin una base sólida, sólo por el resultado final. Tan malo es un titular sesgado como una verdad a medias u opinar sin conocimiento o por falta de memoria. Cierto es que todo el mundo puede opinar, pero estar bien información es fundamental para formar un criterio y crear un estado de opinión, a no ser que se persigan otros objetivos.